Las guerras por desgracia suelen durar meses y años y son pocas las que duran solamente días, una de las más conocidas es la Guerra de los Seis Días en 1967 entre Israel por una parte y Egipto, Siria, Jordania e Irak por otra, por su duración fue de las más cortas que han existido. Menos conocida por su nombre pero reciente en la memoria es la Guerra de los Díez Días (junio-julio 1991), una de las varias guerras yugoslavas que se produjeron entre 1991 y 1995, de hecho fue la primera de todas ellas.
Yugoslavia era ya un ente muerto nada más nacer, por exagerado que esta expresión parezca. En diciembre de 1918, tras la Primera Guerra Mundial, se creaba un Estado artificial en los Balcanes que aglutinaba diferentes etnias, culturas y lenguas, diferentes pueblos en suma con personalidad propia cada uno: eslovenos, croatas, serbios, montenegrinos, bosnios musulmanes, y macedonios. El destino solo podía deparar la fragmentación de un país al que buena parte de sus habitantes no lo sentían como propio. De hecho sólo un 1% de habitantes de la ex –Yugoslavia se consideraban a sí mismos yugoslavos en los momentos inmediatos al inicio de la guerra.
Los problemas en Yugoslavia ya empezaron a los pocos años de nacer como país en los años 20 y 30, fundamentalmente entre croatas y serbios, y la Segunda Guerra Mundial favorecería la desunión del país, hasta que el colapso del Estado llegó para finales de los 80 y principios de los 90. La dictadura socialista del mariscal Tito mantuvo unida de manera artificial a Yugoslavia entre 1945 y 1980, año de la muerte del ostentoso dictador, pero a partir de ahí todo comenzaría a tambalearse en los Balcanes.
La Guerra de los Díez Días enfrentó a Eslovenia, que buscaba su independencia, con Yugoslavia. Eslovenia era una de las seis repúblicas que componían Yugoslavia, la más occidental del país y además la más occidentalizada. En diciembre de 1990 Eslovenia celebró un referendo que obtuvo un 88 % de votos a favor de la independencia. El 25 de junio de 1991 Eslovenia se declaraba unilateralmente independiente. Los eslovenos sabían que nada más declarar la independencia el ejército yugoslavo empezaría a actuar, por lo que desde hacía varios meses venían preparándose para una nueva situación que pudiera incluir la lucha armada.
Fueron diez días de guerra de baja intensidad con pocas bajas por ambos bandos (18 eslovenos y 44 yugoslavos) y que acabaría con la retirada yugoslava y la aceptación en la práctica de la independencia de Eslovenia por parte de Yugoslavia. La fuerte resistencia eslovena sorprendió al ejército yugoslavo y a las autoridades federales. En vez de decidir una guerra total para frenar el independentismo los dirigentes de Belgrado se negaron a seguir con la guerra.
Las claves de ese resultado fueron varias, posiblemente la principal fue que cada república en Yugoslavia contaba desde la época de Tito con una fuerza militar propia de defensa territorial. También fue clave el estado anímico de cada uno de los bandos; mientras los eslovenos se mostraron animados y unidos para conseguir sus objetivos, los yugoslavos sufrieron numerosas deserciones de eslovenos y croatas en sus filas, sin contar que muchos de los soldados no sabían que estaban participando en acciones bélicas reales.
El gran error del gobierno federal yugoslavo fue no afrontar el problema en su verdadera dimensión. Pensaban desde Belgrado que moviendo las tropas pronto desistirían los eslovenos, pero la determinación de los mismos era total. Se decidió por parte de las autoridades yugoslavas llevar a cabo una guerra a pequeña escala consistente en ocupar puestos fronterizos y aeropuertos, frente a la opción de una guerra abierta que acabara con el gobierno esloveno. Se demostró que la táctica seguida era un fracaso. Además los mismos serbios estaban más pendientes de la inminente guerra con Croacia, y ya durante el mismo conflicto con Eslovenia el ejército yugoslavo empezó a tomar posiciones en una Croacia que guardaba límites territoriales con Eslovenia.
El líder nacionalista serbio Milosevic soñaba con una nación que incluyera a todos los serbios de Yugoslavia, lo que entonces se denominaba la “Gran Serbia”. Los serbios dominaban la política yugoslava y el hecho de la bajísima presencia de serbios en Eslovenia fue determinante para que los serbios nacionalistas estuvieran más inclinados a dejar que la guerra se perdiera. En Croacia, por el contrario, la importante presencia de serbios en la región de la Krajina desembocaría en una cruenta guerra entre serbios y croatas que conmovió a toda Europa.
La gran importancia de la guerra en Eslovenia, además de la independencia conseguida, radicaba en la demostración de inoperancia del gobierno federal para hacer frente a un conflicto armado de baja magnitud. A partir de entonces toda Yugoslavia se convirtió en la república caótica de Europa. Visto lo visto en Eslovenia todo parecía más fácil para los separatistas, aunque para Croacia y Bosnia todo iba a ser más duro, más sangriento, y más largo.
La guerra en Eslovenia fue la primera herida balcánica de los 90 que por fortuna pronto cicatrizó, la guerra más corta y por eso mismo la menos recordada, aunque eso si en mi retina aun están los camiones cruzados en las carreteras eslovenas impidiendo el paso de los tanques yugoslavos, y es que hay imágenes que siempre portamos en nuestra memoria por más que pase el tiempo.
Hay países y culturas condenadas a enfrentarse por siempre. Ahí tenemos a los judíos, que nunca tuvieron patria, y hoy siguen en liza.
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