jueves, 6 de enero de 2011

El último Estuardo




En 1685 murió el rey Carlos II de Inglaterra y Escocia de la Casa Estuardo sin que tuviera descendientes legítimos. Le sucedió su hermano Jacobo II (rey 1685-1688) quien pronto demostró su política en favor de los católicos, lo que provocó la indignación de la mayoría protestante inglesa. En junio de 1688 la tensión religiosa llegó a su culmen cuando la reina María de Módena-que era católica- dio a luz a un varón llamado Jacobo Francisco Eduardo, quien se convertía por derecho de sangre en heredero a los tronos de Inglaterra y Escocia.

Nobles protestantes temerosos de la implantación de una monarquía católica en Inglaterra se pusieron en contacto con el yerno de Jacobo, Guillermo de Orange, casado con su hija María quien era hija de Jacobo y de su primera esposa Ana Hyde, para que se hiciera con el poder. La intención de los protestantes era que fuera la hija de Jacobo II, quien había sido educada en el protestantismo, y no su hijo Jacobo quien se hiciera con el trono. En noviembre Guillermo llegó a Inglaterra provocando la deserción de los oficiales protestantes del ejército inglés. El 10 de diciembre la reina María huyó con el príncipe Jacobo a Francia, un día después el rey hizo lo propio. Comenzaba así el reinado conjunto de María II Estuardo con su primo el Estatúder de los Países Bajos Guillermo III de Orange. María murió en 1694 y Guillermo en 1707 sin que dejaran descendencia.

A la muerte Guillermo III le sucedió su cuñada Ana I Estuardo quien falleció también sin descendencia en 1714. Ana I fue el último monarca Estuardo en reinar en Inglaterra y Escocia siendo sucedida por el príncipe protestante más cercano por derecho de sangre, Jorge de Hannover, ya que en tiempos de Guillermo y María se excluyeron en adelante a los príncipes católicos de la sucesión a la Corona.

La expulsión del trono de Jacobo II y las disposiciones legales de sucesión establecidas bajo el reinado de Guillermo III y María II dejaba sin posibilidad de sucesión en el trono a los descendientes de Jacobo II habidos del matrimonio con la reina María de Módena. Quedaban, en consecuencia, sin el trono la descendencia legítima de Jacobo II y María de Módena empezando por Jacobo Francisco Eduardo “Jacobo III”, quien intentó recuperar el trono escocés perdido por su padre sin tener éxito. A su muerte en 1766 le sucedió en sus derechos dinásticos su hijo Carlos Eduardo “Carlos III”, quien también intentó una restauración de los Estuardo en el trono sin conseguirlo al ser derrotado por Jorge II.

Cuando Carlos Eduardo murió en 1788 sin descendencia los derechos dinásticos pasaron a su hermano menor Enrique Benedicto (Enrique IX para sus seguidores) Cardenal y duque de York, último representante dinástico de la Casa Estuardo. Ya en aquel año de 1788 se sabía que cuando falleciera Enrique se extinguiría una de las dinastías más importantes de la historia moderna de Europa, y es que su condición de miembro de la Iglesia Romana impedía que pudiera tener descendencia legítima.

Enrique Benedicto representó en toda su esencia el espíritu católico de los Estuardo por su dedicación a los menesteres religiosos. Nació en Roma en 1725 donde se encontraba residiendo su familia. Fue bautizado el mismo día de su nacimiento por el Papa Benedicto XIII, por quien se le puso su segundo nombre. Se ordenó sacerdote en la juventud y se convirtió en Cardenal en 1743, para esos años su hermano mayor Carlos Eduardo, que nació en 1720, ya había tenido experiencias en la guerra. Siendo su hermano el heredero de los derechos dinásticos no estaba destinado para él el legado real, pero el matrimonio de Carlos Eduardo con Luisa de Stolberg no dejó descendencia, posiblemente la intolerante actitud de Carlos con Luisa, los deseos de vivir de ella y el consecuente distanciamiento de ambos pudieron tener algo que ver con esa circunstancia. Las vidas de los dos hermanos fueron bastante diferentes, Carlos probó ser un cobarde, caprichoso y egoísta, que pasó los últimos años de su vida como un anciano enfermo destruido por la bebida; Enrique un hombre de la Iglesia alejado de escándalos.

Enrique vivió sus últimos años en la localidad italiana de Frascati, cerca de Roma donde recibió como huésped a su primo segundo Carlos Manuel de Saboya, quien habiendo enviudado en 1802 y sin tener descendencia renunció al poder en Cerdeña en favor de su hermano menor Víctor Manuel I. Enrique murió en 1807 pasando los derechos dinásticos a su primo Carlos Manuel de Saboya por ser el varón de mayor edad descendiente del rey inglés Carlos I, padre de Jacobo II. Carlos Manuel nunca reclamó sus derechos al trono británico.

Con la muerte de “Enrique IX” se extinguía la representación de la Casa Estuardo pasando con el tiempo los derechos reales de la misma por varias dinastías europeas hasta nuestros días, si bien desde la muerte del último representante Estuardo ningún sucesor en esos derechos al trono británico ha reclamado el título de rey del Reino Unido.

Parece increíble que una de las dinastías más importantes de la Europa moderna desapareciera, pero si se piensa en que el nombre de la Casa lo transmitían sólo los varones, en la alta mortandad de los partos de la época situación que los Estuardo padecieron de manera crónica, además de una imposibilidad de procrear en algunas de las reinas puede explicarse esa situación. La descendencia de los Estuardo por vía masculina, sin embargo, ha llegado hasta nuestros días, ya que aunque la descendencia legítima se extinguió con “Enrique IX” no ocurrió así con la ilegítima. Carlos II que no tuvo ningún hijo legítimo tuvo 14 ilegítimos, y 6 su hermano Jacobo II.

CURIOSIDADES DE LA HISTORIA

-La duquesa de Alba, Cayetana Fitzjames-Stuart, desciende de un hijo ilegítimo de Jacobo II, Jacobo Fitzjames.

-La princesa Lady Diana descendía de dos hijos naturales de Carlos II Estuardo.

-Carlos Manuel de Saboya firmaba sus documentos oficiales con más de treinta títulos nobiliarios aunque, como se ha dicho más arriba, jamás reclamó el trono británico.

domingo, 2 de enero de 2011

William Walker, el presidente loco.


“… en mi infancia había resuelto dedicarme a la política… esa idea con frecuencia vuelve cuando sueño despierto, dejándome en duda si será una ángel de luz o un ángel de las tinieblas”.

William Walker, político estadounidense (1824-1860)

Hace unos meses hablaba en uno de mis post sobre la intervención, a finales de los años 20 y principios de los 30 del siglo pasado, de los estadounidenses en Nicaragua. Una intervención que se convertía en un fracaso y un casi desconocido precedente de lo vivido décadas después en Vietnam. Siempre se ha dicho que Vietnam fue la primera derrota de EE.UU. pero Nicaragua, en cierta manera, ya cumplió ese papel.

Lo que es también muy desconocido y un caso bastante peculiar en la historia de América Latina es la intervención militar estadounidense a mediados del siglo XIX en el joven territorio soberano de Nicaragua. En esta ocasión no sería una intervención del Gobierno norteamericano sino que correspondería a la iniciativa privada, si así es por extravagante que pueda parecer a la iniciativa privada.

En realidad ya era conocida la cuestión de la iniciativa privada de estadounidenses, los llamados filibusteros, en la conquista política y administrativa de territorios al norte del Rio Bravo. Me refiero a California y Texas arrebatadas a México y convertidos poco tiempo después en Estados de los EE.UU. Pero aun así una intervención de características similares más allá de territorio limítrofe con EE.UU. no dejaba de ser un caso político un tanto exótico y podría decirse también absurdo que llevaría a un inútil derramamiento de sangre, añadido al que ya acontecía en el país centroamericano.

El “iluminado” que consumaría dicha intervención fue un político y periodista estadounidense llamado William Walker. Se decía de él que era un tanto lunático, apostillo yo que más bien un poco loco. Walker era hijo de James Walker, un banquero escocés, y de Mary Norvell, originaria de Kentucky. Nació en 1824 y se educó en un ambiente austero y puritano. Tuvo en sus años juveniles una personalidad tranquila y refinada. Se licenció en Medicina pero con el tiempo se dio cuenta que no era lo suyo. Estudió también Derecho pero acabó trabajando de periodista en Nueva Orleans. Fue allí donde conoció a Ellen Galt Martin que era sordomuda, y con quien se piensa que se comprometió en matrimonio. Pero el matrimonio no llegó a realizarse porque Ellen murió de fiebre amarilla. La muerte de su amor marcó profundamente la personalidad de William que se volvió melancólico y en ocasiones paranoico.

Por aquellos años en EE.UU. era muy conocida la doctrina del Destino Manifiesto que respaldaba la expansión del país por territorios no conquistados de Norteamérica y territorios extranjeros como Canadá, México y Centroamérica. Para 1850 William se dirigió a San Francisco en busca de oportunidades, allí trabajó en el periódico Daily Herald. Estando en California fue atraído por la colonización de los territorios mexicanos de Sonora y Baja California. Su intención era crear una nueva república para integrarla en EE.UU. Organizó una expedición con un pequeño contingente en su mayoría vagabundos de los muelles californianos pero ésta terminó en fracaso, a pesar de obtener alguna pequeña victoria frente a los mexicanos y de recibir refuerzos. En 1854 se proclamó presidente de Sonora pero el Gobierno estadounidense por acuerdos con México lo consideró transgresor de las leyes federales, fue juzgado y declarado por el jurado no culpable, lo que daba una idea de la opinión favorable de una parte de la población por la doctrina del Destino Manifiesto.

Después de su fracaso en México Walker fue instruido por Byron Cole, editor del periódico Commercial Advertiser donde trabajaba, de la situación de división y conflicto en Nicaragua. El país centroamericano se había convertido en lugar de paso en el tránsito marino del este al oeste de los EE.UU y confluían en él intereses ingleses y norteamericanos. Las dos facciones políticas del país legitimistas en el poder, que defendían los intereses ingleses, y democráticos, que defendían los estadounidenses luchaban entre sí. Es en esta situación en la que interviene Walker en apoyo de los democráticos. Se trataba de frenar el avance de la influencia inglesa y “americanizar” el país, incluyendo entre otras medidas la introducción de la esclavitud.
En 1855 Walker parte hacia Nicaragua con los llamados “Inmortales”, en realidad 58 individuos entre militares y vagabundos. En Nicaragua fue recibido por el líder de los democráticos, Francisco Castellón, que lo nombró ciudadano nicaragüense y le otorgó el rango de coronel. Sus acciones militares apoyadas por nicaragüenses del bando democrático consiguieron que se hiciera con el control del país tras la caída de Granada, bastión legitimista. El presidente José María Estrada huyó del país y a Walker le fue ofrecido el cargo vacante pero lo rechazó, sin embargo si aceptó el nombramiento de general en jefe del ejército. El nuevo presidente fue Patricio Rivas, pero William Walker de hecho era el que tenía el poder absoluto.

Walker no recibió ningún apoyo de EE.UU., quien no deseaba enfrentarse con el Reino Unido. Asimismo, las naciones centroamericanas se opusieron a la presencia de las tropas de Walker, los llamados filibusteros. A ello se unió su enfrentamiento con el empresario norteamericano Vanderbilt, quien tenía el dominio de la ruta marítima que desde el este transcurría por Nicaragua hacia el oeste de EE.UU. Con esta oposición Walker dejó de recibir provisiones y reclutas.

En junio de 1856 Walker insta a Rivas a convocar elecciones pero el presidente huye ante el temor de ser arrestado. Walker disuelve el Gobierno Rivas e instala como presidente provisional a Fermín Ferrer. Días después se celebraron las elecciones presidenciales resultando ser elegido de manera irregular el propio Walker con un amplio respaldo de votos. Las medidas de Walker ya como presidente fueron ciertamente polémicas; confiscó bienes de sus opositores ante la escasez de dinero, introdujo de nuevo la esclavitud abolida en 1824 intentando ganarse la simpatía de los Estados esclavistas del sur de EE.UU., y entregó tierras estatales a filibusteros.
Un mes después de ser elegido presidente Honduras, El Salvador y Guatemala firmaron un tratado de alianza contra Walker, más tarde se unirían los costarricenses. Para colmo de males los legitimistas y los democráticos firmaron la paz para enfrentarse conjuntamente a la presencia filibustera. La llegada de los aliados a Granada generó la orden de Walker de destruir la ciudad con la intención de que no cayera intacta en manos de sus enemigos.

Acosado y prácticamente derrotado es la presencia militar estadounidense con el capitán Davis a la cabeza quien organiza la intermediación entre aliados y Walker para la salvaguarda de vidas de mujeres y niños. Finalmente el 1 de mayo de 1857 Walker y sus seguidores claudican ante la fuerza naval de EE.UU. El día 5 de ese mismo mes parte para Nueva Orleans, donde fue recibido como un héroe. En su alocución culpo al Secretario de Estado norteamericano Marcy, a los abolicionistas de la esclavitud y a los británicos de su fracaso, además afirmó que los nicaragüenses eran incapaces de auto-gobernarse. Pero la prensa de la que él había formado parte relataba las penosas condiciones en las que llegaban los combatientes de Nicaragua y la crueldad e indolencia demostrada por Walker hacia sus hombres.

Walker organizó dos nuevas expediciones a Centroamérica que resultaron en fracaso. En la segunda de ellas en territorio hondureño se rindió a los ingleses, pero éstos lo entregaron a los hondureños quienes lo sentenciaron a muerte. Cuando fue apresado declaró ser el presidente de Nicaragua. Era septiembre de 1860.

Con la intervención de Walker se despertó el rechazo de los centroamericanos hacia los EE.UU. un rechazo político que continuaría en el tiempo. A partir de entonces se acuñó el término “América Latina” en referencia a la alianza de los países de la zona contra el imperialismo estadounidense.

Cuando los EE.UU. intervinieron en Nicaragua en pleno siglo XX (años 20 y 30) posiblemente no tuvieron muy presente el antecedente de Walker, cuando lo hicieron en Vietnam tampoco debieron de pensar mucho en Nicaragua. El hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra, a lo que yo añadiría que en ocasiones son más de dos veces.


PALABRAS ANEXAS

La jungla hace a los ejércitos grandes pequeños y a los pequeños victoriosos.