jueves, 15 de agosto de 2013

La guerra de los cuarenta minutos


 
Llevo un tiempo apartado de publicar en este mi blog por lo que considero es causa justificada. Desde el día 30 de junio no he publicado nada hasta este momento, y es que un encargo para un estudio que me hizo llegar una muy noble institución sobre la primera dinastía de reyes de Francia me ha tenido gratamente ocupado. He pensado que para mi regreso después de más de un mes bien estaría volver a zambullirme en lo curioso de la historia y en esas cosas que poco importan saber pero que siempre nos sorprenden.

Una de mis primeras publicaciones en este blog trató sobre la Guerra de los diez días de Eslovenia. En ese post hablaba de lo breve que fue, si es que de las guerras es oportuno resaltar su duración. Qué duda cabe que cualquier guerra por corta que sea es un drama y que nadie en su sano juicio desea una guerra, pero desde luego si han de seguir por desgracia aconteciendo que todas duren lo que duró la guerra más corta de la historia, la Guerra anglo-zanzibariana (1896).

Se discute sobre si fueron 38 o 40 minutos la duración de la guerra más breve jamás conocida, en realidad eso poco importa, es por eso que no queriendo quedarme corto con el tiempo he escogido para el título la cifra de 40 minutos. En definitiva, es la más corta y unos minutos de más o de menos poco trasciende en lo referente al record. Desde luego que la guerra en cuestión parece casi un chiste por su duración, pero ninguna guerra es para tomársela en broma, y en ésta como en todas hubo muertos.

La historia de Zanzíbar precisamente por su situación geográfica es una perfecta desconocida para prácticamente casi todos. Por eso hacer una breve mención a ella antes de hablar de la guerra más breve parece indicado y aconsejable. Los portugueses fueron los primeros en dominar la isla de Zanzíbar a principios del siglo XVI. A finales del siglo XVII se convirtió en una de las posesiones del sultán de Omán, eso después de que fuera conquistada por los persas. Finalmente Zanzíbar se convirtió en un protectorado de Gran Bretaña en 1890.

La guerra se desencadenó tras la muerte el 25 de agosto de 1896 del sultán Hamad ibn Thuwaini, proclive a los intereses y la colaboración con la potencia colonial, y la llegada al poder de su primo Khalid ibn Barghash mediante un golpe de Estado. El nuevo sultán obvió la preceptiva aprobación que debía dar el cónsul de Gran Bretaña de cara al nombramiento, y la metrópoli tenía previsto otro sultán más idóneo a sus intereses. A pesar de las presiones británicas para que Khalid abdicara éste no lo hizo. El agravio fue tomado como un casus belli. Se le exigió a Khalid que ordenara retirar las tropas zanzibarianas estacionadas en palacio, a lo que el nuevo sultán se negó atrincherándose con estas tropas mediante barricada en el interior.

El ultimátum a Khalid expiró a las 9:00 horas del día 27 de agosto. Dos minutos después comenzó el bombardeo de los ingleses al palacio, que estaba defendido por población civil y por la guardia de palacio, en total cerca de 2.800 personas. La guerra duró lo que duró el bombardeo, es decir unos cuarenta minutos. En el bando del sultán murieron quinientas personas, mientras en el de los ingleses sólo un marinero resultó herido.

Khalid recibió asilo político en el consulado alemán, para después escapar a Tanganica. Los británicos pusieron como nuevo sultán a Hamud ibn Muhammad, primo de Khalid. La derrota relámpago de Zanzíbar supuso la pérdida de su soberanía política y el comienzo de una fuerte influencia de Gran Bretaña desde ese momento hasta la descolonización.

En 1916, en plena Primera Guerra Mundial, los británicos capturaron a Khalid y lo desterraron a la isla de Santa Elena. No regresaría a África Oriental hasta 1925. Murió dos años después.

Antonio Díaz.