martes, 23 de octubre de 2012

La reina virtuosa



Hace ya meses que no escribo en este blog, tal vez porque las preocupaciones y responsabilidades a las que uno tiene que hacer frente en el día a día postergan esa posibilidad demasiado tiempo. Así las cosas son que desde abril nada he escrito y por tanto es hora de dejar de nuevo huella.

Ayer estuve leyendo sobre las reinas consortes españolas y pensé en escribir algo sobre una de las reinas más admirables que ha tenido este país, y también de las menos conocidas y reconocidas en la historia española: María Victoria dal Pozzo.

Era María dal Pozzo (1847-1876) mujer cargada de virtudes y mesura por la que los propios políticos españoles sentían admiración. Nació en Francia aunque eso sería una anécdota en su vida ya que era italiana, descendiente de dos nobles e importantes familias. Su padre era Carlo Enmanuele dal Pozzo V Príncipe de la Cisterna, título que María Victoria heredaría de su padre por ser la primogénita de la familia, y su madre fue Luisa Carolina de Mérode quien estaba emparentada con la familia Grimaldi de Mónaco.

La adolescencia de María estuvo cargada de dramatismo por los fallecimientos de su padre y hermana menor. Tuvo que vivir una situación muy kafkiana cuando a la muerte de su padre (1864) su madre perdió la razón y se negó a enterrar el cadáver de su marido, pasando las noches velando el cuerpo acompañada de sus dos hijas. Esa situación tuvo como desencadenante la muerte de su hermana menor, Beatrice, que murió de tifus y estrés emocional un mes después que su padre.

Tras la muerte de Beatrice el luto más absoluto y riguroso se impuso en el Palacio de la Cisterna, residencia familiar, que quedó cerrado a cal y canto. Esta situación empezó a cambiar cuando María conoció al que se convertiría en su marido el príncipe Amadeo, duque de Aosta e hijo del rey Víctor Manuel II de Italia. 

María casó en 1867 con el príncipe Amadeo, de esa manera y por ser éste hijo del rey de Italia la princesa de la Cisterna pasó a tener tratamiento de Alteza Real. Además recibió un nuevo nombre a añadir a los que ya tenía: Victoria, en honor al rey Víctor Manuel II de Italia. En aquel año nada parecía indicar que María Victoria se iba a convertir poco después en reina consorte de España.

Corría finales de 1870 cuando Amadeo Duque de Aosta fue designado por las Cortes españolas rey con el nombre de Amadeo I. Después de ciertas dificultades en la elección de rey, que incluso fueron el detonante para iniciar la Guerra Franco-prusiana a causa del candidato alemán, las Cortes se decidieron por Amadeo de Aosta sus orígenes liberales y ser católico le encumbraba a ser el nuevo soberano. La elección parecía acertada pero los enemigos internos y la convulsa vida política en España que el nuevo rey iba a tener que padecer le llevaron a su renuncia apenas dos años después.

Amadeo no fue bien visto por la sociedad española, no terminaba de querer aprender español y no se relaciona bien en un entorno que le era hostil. Sin embargo, la reina María Victoria era el contrapunto a su esposo. Los diputados comprobaron que se acercaba a hablar con ellos y los saludaba en perfecto castellano. Se la veía como una persona amena que despertaba simpatía. Fue en su tiempo objeto de veneración y respeto por su actitud discreta. Nunca se mezcló en política y dedicó todos sus esfuerzos a obras de caridad, incluso después del exilio cuando lo hacía de manera anónima.

Gracias a sus aportaciones económicas se creó la primera guardería en España, inaugurada por ella siendo aun reina, dedicada a los hijos de las lavanderas de orillas del Manzanares.

Murió consumida por la tuberculosis a los veintinueve años de edad, en San Remo (Italia) en 1876. Fue apodada la Virtuosa, a buen seguro porque lo merecía.

Antonio Díaz.

Bibliografía

CASALEGNO, CARLA: Maria Vittoria, Il sogno di una principessa in un regno di fuoco. Effata Editrice, 2003.
BALANSÓ, JUAN: Las Coronas Huecas. Plaza & Janés, 2003.