viernes, 31 de diciembre de 2010

Rusia y los Romanov (6): La caida del zarismo y los Romanov fuera del poder.


“No estoy preparado para ser zar, nunca quise serlo. No sé nada del arte de gobernar, ni siquiera sé la forma en que debo hablar a los ministros…”.
Nicolás II, zar de Rusia (1894)

Estas palabras las pronunció Nicolás II en el momento en que se hizo cargo del poder a los 26 años de edad, y en efecto no fue preparado para gobernar, ya que su padre Alejandro III murió prematuramente sin que Nicolás fuera instruido para ser zar. Esa carencia le llevaría a cometer bastantes errores, entre ellos entrar en una guerra contra Japón (1904-1905) que llevaría a la derrota rusa y a la consecuente Revolución de 1905. Esta revolución debía de haber sido un aprendizaje para el zar, pero el monarca ruso no aprendió de ello e hizo entrar a Rusia en la Gran Guerra en 1914, y precisamente los desastres de esa guerra facilitarían la Revolución de 1917.

La perdición de la Dinastía Romanov para con el poder tuvo un nombre, Guillermo II Emperador de Alemania y primo del zar, quien ejerció una mala influencia política sobre el zar que sería su perdición, fue Guillermo quien le indujo entre otras cosas a entrar en guerra contra Japón. Tras la derrota las protestas sociales le obligaron a convocar una Duma o parlamento, pero éste fue disuelto un año después sembrando de esa manera la semilla de la futura caída del zar al volver a un sistema autoritario.

La obsesiva pretensión rusa de jugar un papel predominante en los Balcanes, papel que de hecho ya había perdido unos años antes frente a Austria-Hungría, y su entrada en la Gran Guerra serían la sentencia para el zar. Al entrar en la guerra Nicolás II comprometía su futuro, el de toda su familia, y el de su patria. El asesinato del heredero al trono austro-húngaro en Sarajevo el 28 de junio de 1914 desencadena una guerra en toda Europa. Las tensiones entre las potencias europeas que se arrastraban desde finales del siglo XIX eran tan importantes que provocaron que la guerra acabara llegando, siendo el asesinato del archiduque Francisco Fernando el detonante. Los desastres de la guerra acontecidos para el ejército ruso y la consecuente revolución a principios de 1917 en Rusia provocaron la abdicación del zar en su nombre y en el de su hijo - el zarévich Alexis quien padecía hemofilia - a favor de su hermano el Gran Duque Miguel.

Miguel fue oficialmente el último zar de Rusia y no Nicolás II, aunque sólo lo fuera durante un día en el que vio claramente que no podría ser zar ante la complicadísima situación política. Con su renuncia al poder los Romanov perdían su condición de dinastía reinante. Nicolás II y su familia fueron detenidos y el Gobierno de Kerenski los envió en agosto a Siberia por su seguridad. La llegada de los bolcheviques al poder en el otoño de 1917 supuso un giro en el destino de Nicolás II y su familia al ser trasladados a Ekaterimburgo, donde se dispuso el asesinato de todos los miembros de la familia en el verano de 1918 ante el temor, en plena guerra civil rusa, de que se produjera una restauración imperial.

Con la muerte de Nicolás II y de toda su familia, la renuncia de su hermano el Gran Duque Miguel en 1917, y la inexistencia de derechos del hijo de éste, Jorge Brassov, por no pertenecer su madre a la nobleza y ser divorciada por dos veces, los derechos dinásticos pasaron a un primo de Nicolás II Cirilo Romanov, hijo del Gran Duque Vladimir quien a su vez era hermano de Alejandro III.

Cirilo fue un fraude para la tradición imperial de los Romanov, y al mismo tiempo una esperanza frustrada para el futuro político ruso. Esta contradicción se basa en el hecho que fue simpatizante de los revolucionarios de 1917, aunque protestó por la detención de su primo y su familia. Tras la detención de Nicolás II se apartó de los revolucionarios y tras el asesinato de Nicolás y su familia intentó una restauración imperial en su persona durante la Guerra Civil Rusa (1918-1921), pero al ver el fracaso del Ejército Blanco frente a los comunistas emigró a Suiza.

Ante el reconocimiento de las potencias europeas a la Unión Soviética, Cirilo se proclamó zar con el nombre de Cirilo I en 1924, aunque no fue reconocido por la mayoría de los miembros de la dinastía Romanov por su connivencia con los revolucionarios en 1917. Es especular pero posiblemente Cirilo hubiera terminado por implantar el liberalismo y la democracia en la Rusia de los años 20 si hubiera llegado a reinar. Murió en 1938 en una clínica de París sucediéndole en sus derechos al trono imperial su hijo Vladimir.

Vladimir Kirilovich Romanov, hijo de Cirilo, nació en Finlandia en 1917 y murió en Miami en 1991. Vivió la mayor parte del exilio en Francia y después en España, aunque pudo visitar Rusia al final de su vida cuando el régimen comunista estaba tocando a su fin. En una decisión muy polémica proclamó heredera de sus derechos dinásticos a su única hija María Vladimorovna. Los demás varones Romanov repudiaron esta decisión, ya que las mujeres están excluidas del trono según las leyes de sucesión imperiales, y se congregaron en la llamada Asociación de la Familia Romanov, cuyo jefe es Nicolás Romanovich pretendiente también al trono, descendiente de una rama menor por vía masculina de Nicolás I.

María, la hija de Vladimir, nació en Madrid donde residían sus padres en 1953. En septiembre de 1976 la Gran Duquesa María contrajo matrimonio con el príncipe Francisco Guillermo de Prusia, bisnieto del último káiser de Alemania Guillermo II. En realidad esta unión de manera premeditada o no daba continuidad a una tradición de matrimonios reales entre príncipes y princesas germanos y rusos que venía dándose desde el siglo XVIII. En 1981 nació de ese matrimonio Jorge Mikhailovich. Cuatro años después el matrimonio se divorció.

Tras la muerte de su padre Vladimir, María se autoproclamó en 1992 Zarina de Todas las Rusias, aunque sus pretensiones al trono son discutidas por los miembros de la Asociación de la Familia Romanov. La mayoría de las ligas monárquicas rusas reconocen los derechos de la descendencia de Cirilo Romanov, abuelo de María, por encima de la de Nicolás Romanovich, jefe de la Asociación de la Familia Romanov. El principal argumento a favor de los derechos de María es el hecho de que el resto de miembros de la Dinastía Romanov contrajeron matrimonios morganáticos, en consecuencia, contrarios a las leyes sucesorias imperiales rusas. Actualmente la relación entre las dos facciones de la Dinastía Romanov es inexistente.

María vive a caballo entre Francia y España. Habla español, francés, ruso e inglés, aunque también puede leer y hablar alemán, italiano y árabe. Su hijo Jorge utiliza el título de zarévich (hijo del zar, heredero al trono) además de Gran Duque de Rusia. Jorge vivió sus primeros años en Francia antes de regresar su familia a España. Desde el divorcio de sus padres en 1985 vive con su madre, mientras su padre vive en su Alemania natal.
Foto: María Vladimirovna
Feliz 2011 a todos.

viernes, 24 de diciembre de 2010

Rusia y los Romanov (5): Auge y decadencia (1796-1905)




La Rusia que dejó Catalina II tenía una importancia y personalidad política mucho mayor que la que gozó durante el periodo de las sucesiones (1725-1762), lógicamente la estabilidad que otorgaba el largo tiempo de gobierno de la emperatriz (34 años) iba a favorecer el crecimiento en influencia de Rusia con respecto a una Europa con la que había tenido más bien poca relación.
Rusia a partir del reinado de Catalina se convertía en pieza clave para el equilibrio de fuerzas en Europa, y sería durante el reinado del nieto de Catalina, Alejandro I, cuando esta afirmación empezaría a tomar cuerpo en tiempos de las guerras napoleónicas. Se cree que Catalina tenía pensado nombrar heredero a su nieto Alejandro en vez de a su hijo Pablo con el que tenía una relación difícil, y es que Pablo nunca perdonó a su madre el desenlace trágico de su padre Pedro III. La sucesión natural, sin embargo, siguió su curso a pesar de la declaración en vida que Catalina hizo en el sentido que Pablo no era hijo de Pedro III, sino de su amante Saltykov.

Pablo I (zar 1796-1801) llevó a cabo una política contraria a la que desarrolló su madre. Rehabilitó la memoria de su padre, y desarrollo una contradictoria política exterior que le llevó a enfrentarse a franceses primero y a ingleses después, que eran claros enemigos entre sí. Se ha aceptado el hecho de que era excéntrico y algo loco de lo que daría muestras en la toma de algunas decisiones, no obstante también es cierto que era un idealista de buena moral. Sospechó que le querían asesinar y en efecto eso es lo que ocurrió cuando en una noche de marzo de 1801 una banda de funcionarios nobles despedidos por Pablo le provocó la muerte. Unos días después de su muerte fue coronado zar su hijo Alejandro, quien conocía la conspiración contra su padre, si bien a su favor hay que decir que no tenía conocimiento de que el desenlace iba a acabar en muerte.

Alejandro I (zar 1801-1825) fue uno de los zares más contradictorios. Su educación en la corte de su abuela Catalina donde reinaba el libre pensamiento, y las enseñanzas autócratas que recibió forjaron un espíritu que combinaba liberalismo y autoritarismo al mismo tiempo. Esas ideas contrapuestas se reflejarían en su forma de actuar durante todo su reinado. No obstante no dejó nunca que sus ideas liberales se impusieran a las autoritarias siguiendo la tradición autócrata de sus antepasados. Fue el primer zar en plantearse seriamente la abolición de la servidumbre, aunque Rusia no estaba preparada para ese paso ni para reformas liberales, además las presiones de la nobleza impidieron que llegara a ocurrir.

No puede decirse que en su reinado se produjeran grandes cambios en Rusia, cosa diferente sería su política exterior donde ponía más interés y energías. Una vez acabadas las guerras napoleónicas fue precursor de la Santa Alianza aliándose con Austria y Prusia para la defensa de los intereses monárquicos antiliberales en una Europa que se había visto azotada por el espíritu revolucionario francés.

De su matrimonio con Luisa de Baden, bautizada por el rito ortodoxo como Elizaveta Alekseyevna, tuvo dos hijas que no llegaron a la edad adulta. No obstante, aunque hubieran llegado a ser mayores las leyes de sucesión impuestas por su abuelo Pablo I excluían del trono a las mujeres. A su muerte fue sucedido por su hermano Nicolás.

El reinado de Nicolás I (zar 1825-1855) fue un paso atrás con respecto al de su hermano mayor, porque si bien con Alejandro no se vivió un progreso material e intelectual sustancial, con su hermano aun se restringieron más las pocas libertades que existían en Rusia. La sociedad fue vigilada estrechamente y la censura se impuso en todos los ámbitos, un ultra-conservadurismo impregnó la educación en pos de conseguir un adoctrinamiento tendente a mostrar una lealtad incuestionable al zar.

Nicolás fue considerado en su época el “gendarme de Europa” al ser el principal protagonista y defensor de la contrarrevolución europea en un tiempo el de su reinado en el que se multiplicaban los movimientos liberales. En 1848, cuando las revoluciones se propagaban en Europa, Nicolás estuvo a la cabeza de la reacción animando a los monarcas europeos a rechazarlas. Se mostró beligerante con los otomanos queriendo afianzar su influencia sobre los Balcanes. Esa problemática que recibió el nombre de la Cuestión de Oriente se convertiría con el tiempo en uno de los principales problemas políticos europeos de todo el siglo XIX, y también de los comienzos del siglo XX.

En la guerra de Crimea (1854-1856) los ingleses y franceses se unieron ante el temor de que Rusia venciera a los turcos otomanos con los que luchaba desde un año antes, y es que la victoria rusa significaba afianzar la posición de Rusia en la zona. La derrota demostró el atraso militar de Rusia ante las potencias europeas de la época. Nicolás I murió en 1855, un año antes del final de la guerra, siendo sucedido por su hijo Alejandro II (zar 1855-1881) quien pondría fin a la guerra contra turcos, franceses, e ingleses.

Alejandro II fue sin duda el zar más maduro política e intelectualmente de todos, en suma la cara opuesta a su padre. Es paradójico que al zar que representaba la apertura hacia el liberalismo y la esperanza de las libertades públicas en Rusia fuera el monarca que más intentos de asesinato recibiese. Se le recuerda sobre todo por ser el zar que afrontó el principal problema de la Rusia del siglo XIX, la abolición de la servidumbre del campesinado en 1861. Durante su reinado se puso en práctica una forma de gobierno liberal, y poco antes de morir estuvo de acuerdo en la creación de una Duma o parlamento. Su asesinato en 1881 trunco el desarrollo de las libertades políticas que simbolizaba, aunque tímidamente, el zar, ya que tanto su hijo Alejandro III como su nieto Nicolás II volvieron a la represión contra las libertades y al modelo de poder autocrático, en la creencia de que las reformas políticas sólo debilitaban a la monarquía.

En el reinado de Alejandro III volvió la autocracia férrea de tiempos pasados. Sin duda el asesinato de su padre determinó un giro político que conduciría a la perdición a la institución imperial en Rusia, aunque eso no parecía probable aun en su reinado. De hecho el reinado de Alejandro III fue corto pero muy beneficioso en lo material y de gran productividad industrial. Además fue un periodo de relativa paz. La forma autócrata de gobierno demostrada por el zar consiguió estabilidad política, pero los problemas sociales irresueltos que venían agravándose desde tiempos del reinado de su padre acabarían estallando bajo el reinado de su hijo Nicolás II (zar 1894-1917).

Con Alejandro III se vivió el último esplendor imperial de Rusia, con su hijo la decadencia cuyo primer reflejo fue la Revolución de 1905, una revuelta social, un jaque al zar y un aviso que no se supo interpretar para evitar el destronamiento de los Romanov.
Imagen: Alejandro II
PALABRAS ANEXAS
Feliz Navidad para todos!

lunes, 20 de diciembre de 2010

Rusia y los Romanov (4): La Estrella del Norte.


Catalina II es, junto a Pedro I el Grande, el gobernante más popular de la historia imperial rusa. No era rusa, aunque tenía una lejana ascendencia que la vinculaba a Rusia, no corría tampoco sangre Romanov por sus venas, sin embargo llego a ser zarina de Rusia durante 34 años. Es evidente que el precedente de traspaso de poder entre Pedro I y su esposa cerca de 40 años antes facilitó su conversión de zarina consorte a zarina con pleno poder, aunque eso fuera por medios irregulares.
El nombre originario de Catalina antes de convertirse a la religión ortodoxa era Sofía Federica Augusta. Era noble y también princesa germana aunque de un rango inferior. Recibió la educación de tutores franceses, lo que era muy habitual en la época. Al igual que su madre era una mujer muy ambiciosa que soñaba en convertirse en la esposa del futuro zar Pedro III, y en eso encaminó todos sus esfuerzos cuando supo que ello podría ocurrir. La elección de la esposa del Gran Duque Pedro, que fue decisión de la zarina Isabel I tía de éste, no pudo ser más desacertada para el futuro zar, pero a Isabel I le gustaba Sofía y la boda se llevó a cabo en el verano de 1745. Posiblemente vio en ella lo que muchos veían cuando la consideraban inteligente, culta, hábil, sagaz, y muy apasionada, y ciertamente dejó muestras de ello.
El matrimonio fue un estrepitoso fracaso fundamentalmente por la torpeza e inmadurez de Pedro que no pudo consumar debidamente su matrimonio durante 12 años. Podría decirse que Pedro no era merecedor de aquella mujer que lo superaba ampliamente en inteligencia.
A principios de 1762 murió la emperatriz Isabel I y su sobrino Pedro se convirtió en Pedro III de Rusia. El nuevo zar se trasladó junto a su esposa Catalina al Palacio de Invierno de San Petersburgo. Pedro III sólo reinó durante seis meses, pero la impronta de gobierno que dejó fue nefasta, y es que hizo aquello que iba contra los intereses de Rusia. Sus orígenes germanos por parte paterna le llevaron a practicar una política filo-prusiana que en nada favorecía su estabilidad gubernativa y que provocaba el rechazo de una parte del ejército y de la nobleza.
En el mes de julio la Guardia Imperial Rusa, que estaba dirigida por el amante de Catalina, Grigori Orlov, se rebeló contra el zar y proclamó zarina a Catalina. Tres días después de los hechos Pedro III fue asesinado por el hermano de Grigori Orlov. Pedro no había tenido problemas en dejar el poder y sólo pedía regresar a su tierra y poder vivir con tranquilidad, pero el miedo de los conspiradores a que ocurriera un futuro regreso al poder del ex –zar mediante alguna sublevación le condenó a morir de manera injusta.
Catalina II fue una auténtica estadista y una de las figuras políticas más relevantes de su época. Si bien en su política interna no hizo mucho por mejorar la situación social y económica rusa, en el exterior su papel no pudo ser más beneficioso. Si para Pedro III Catalina II fue una tremenda desgracia, para Rusia su llegada al poder causó más beneficio que perjuicio. Ante todo intentó llevar a cabo una europeización del país recogiendo sin pretenderlo el testigo histórico de Pedro el Grande, y en efecto Rusia estuvo más presente que nunca en el contexto político europeo. Con ella Rusia vivió su máximo esplendor fundamentalmente por sus éxitos en política exterior, y es que consiguió ampliar sus fronteras con territorios como Crimea, Ucrania, Bielorrusia, Lituania y Curlandia.
Catalina hizo de Rusia la potencia dominadora del sudeste de Europa después de la primera Guerra Ruso-Turca (1768-1774). Las victorias rusas permitieron obtener el acceso al Mar Negro e incorporar las grandes estepas de la actual Ucrania meridional. En el concierto europeo anhelaba ser reconocida como soberana ilustrada y demostró un destacado papel como mediadora en conflictos internacionales.
Si en el plano político destacó no fue menos en el mecenazgo artístico viviéndose bajo su reinado una importante expresión de las artes, la literatura y la educación. Tuvo una particular y especial relación de amistad epistolar con Voltaire durante 15 años. Curiosamente nunca se vieron pero cuando el filósofo murió Catalina lloró amargamente su muerte. Voltaire dejó para la posteridad el apelativo de “La Estrella del Norte” a su querida zarina.
La relación de Catalina II con su hijo Pablo no fue fácil y parece probable que antes de morir quisiera dejar como heredero a su nieto Alejandro lo que finalmente no ocurrió. Murió en noviembre de 1796, un tiempo en que el Mundo comenzó a cambiar, un tiempo de revoluciones políticas y de cambios sociales.

sábado, 18 de diciembre de 2010

Rusia y los Romanov (3): El tiempo de las sucesiones. De Catalina a Catalina.

“! Juro morir por vosotros, jurad vosotros morir por mí !”.

Isabel I de Rusia a sus seguidores (1741)

El periodo de tiempo que transcurre entre la llegada de Catalina I al poder en Rusia y la llegada de Catalina II (1725-1762) resultó inestable políticamente, fundamentalmente por las complejas sucesiones en el trono imperial ruso. De hecho el traspaso de poder de Pedro I a su esposa Catalina ya abría, sin saberlo en ese momento, un conflicto sucesorio para el futuro.

El caso de Catalina I es realmente sorprendente, y deja en poca cosa la sorpresa que supuso la llegada de Bernadotte al trono sueco, y es que parece ser que Catalina era una campesina polaca nacida en Letonia en 1684. Un caso más que curioso, una campesina de cuna convertida en emperatriz. En 1703 se convirtió en amante del zar Pedro el Grande y en 1707 se casaron en secreto. Tuvieron 11 hijos de los que sólo sobrevivieron dos hijas, Ana e Isabel (futura Isabel I). Sólo gobernó durante dos años (1725-1727) tiempo en el que quiso continuar la labor de su marido.

Antes de fallecer Catalina I era sabido que el único heredero varón de Pedro I era Pedro Alexevich, hijo del único hijo varón de Pedro I Alexis Petrovich, quien fuera castigado por su padre hasta provocarle la muerte estando encarcelado. Precisamente los problemas entre padre e hijo hicieron que Pedro I marginara a su nieto Pedro y no lo considerara para la sucesión, de hecho Pedro se encontraba en reclusión y totalmente ignorado por su abuelo. Al ser tenido en cuenta para suceder a Catalina es puesto en libertad y a la muerte de Catalina es proclamado nuevo zar (1727) con el nombre de Pedro II, tenía entonces tan sólo 12 años.

Pedro II fue confiado al cuidado del noble Vasily Lukich Dolgokurov y el día 30 de enero de 1730 se fijó la fecha del matrimonio del zar con la hija de éste, Catalina. Pero el día anterior el zar murió por el sarampión. Con su muerte la herencia masculina de los Romanov se extingue abriéndose entonces una nueva situación delicada en la sucesión. El trono recayó en Ana Ivanovna, hija del zar Iván V (hermanastro de Pedro I) y por lo tanto prima de Pedro II.

Podría parecer una auténtica maldición el hecho de no tener sucesiones al trono claras y consolidadas en Rusia durante esta época, circunstancia que seguiría sucediendo de manera sorprendente durante varias décadas. La llegada al poder de Ana I suponía el segundo reinado de una mujer en la Rusia imperial, a pesar de la preferencia del varón sobre la mujer para reinar era necesario encontrar sucesión.

La elección de Ana por parte de la alta nobleza – ella era la Romanov que menos probabilidades tenía de llegar a reinar-, venía dada por el pensamiento de que la nueva emperatriz sería fácilmente manejable, aunque pronto se vio que eso no sería así. Demostró resolución política al embarcarse en dos guerras durante su reinado (1730-1740), en la Guerra de Sucesión Polaca y en la guerra contra los turcos otomanos. En ninguna de las dos consiguió ganancias territoriales pero si dejó ver el poder de Rusia como gran potencia europea. Es también bajo su reinado cuando Rusia comenzó a expandirse hacia Asia Central, posiblemente su herencia más trascendental. Murió en octubre de 1740 sin dejar heredero, de nuevo el Imperio ruso se tenía que enfrentar a un nuevo traspaso de poder delicado al nombrar Ana a su sobrino-nieto Iván, que sólo contaba unos meses de vida, como su sucesor.

La historia de Ivan VI (zar 1740-1741) es una de las más tristes de la época por verse condenado a la cárcel siendo bebé y hasta su muerte cuando contaba con 23 años, no habiendo conocido la libertad en ningún momento. Trece meses después de ser proclamado zar bajo la regencia de su madre se dio un golpe de Estado que llevó al poder a Isabel I, segunda hija de Pedro I el Grande.

Isabel I (Emperatriz 1741-1762), hija de Pedro I, tuvo una educación deficiente lo que compensaría con su carácter fuerte y apasionado. Era mujer lujuriosa y excéntrica aunque tuvo algunos aciertos en el ejercicio del poder como la abolición de la pena de muerte (1744). Su fuerte carácter influyó en la crueldad que demostró con sus enemigos. Tuvo muchos amantes ya que en realidad no sabía estar sola, y además mala suerte con sus prometidos entre los que estaba Luis VX de Francia y el propio zar Pedro II con los que no pudo llegar a desposarse. Se caso con su amante Razoumovski en secreto. No dejó descendencia por lo que asoció al trono a su sobrino Pedro III, hijo de su difunta hermana mayor Ana.

Pedro III fue un zar con muy mala suerte, seguramente porque él mismo la buscaba. El nuevo zar no supo conectar con los intereses rusos, de hecho despreciaba la cultura rusa y admiraba la prusiana. Aunque perteneciente a la Dinastía Romanov su origen germano por parte paterna definió su manera de actuar en el ejercicio del poder. Tuvo la desgracia de casarse con una noble alemana llamada Sofía, quien cambiaría su nombre a Catalina al convertirse a la doctrina ortodoxa. A los seis meses de llegar al poder el amante de su esposa protagonizó un golpe de Estado que llevó al poder a Catalina, en adelante Catalina II. Pocos días después de perder el poder Pedro murió asesinado por los golpistas.

La muerte de Pedro III y la llegada al poder de Catalina II suponía una nueva sucesión de poder entre esposo y esposa, como lo ocurrido décadas antes entre Pedro I y Catalina I, pero esta vez sería de manera obligada y violenta. La sucesión de Pedro I y Catalina I había servido de precedente para una nueva sucesión irregular en el trono imperial ruso. Con Catalina II se cerrarían las complejas sucesiones hasta el fin del Imperio ruso ya en el siglo XX. En adelante los herederos al trono quedarían bien establecidos sin que hubieran especiales problemas.

lunes, 13 de diciembre de 2010

Rusia y los Romanov (2): Pedro I el Grande

Hubo un zar de entre todos que destacó con luz propia y que dejó una huella indeleble en el tiempo, ese zar fue Pedro I (zar 1682-1725). Con él Rusia comenzó a ser la Rusia de Europa, la Rusia que caminó hacia Occidente por iniciativa de un soberano. Rusia era en el siglo XVII un oasis social a caballo entre Europa y Asia, aislada política y socialmente del resto de Europa. Con Pedro I Rusia empezó a ser un Estado más occidental gracias a una importante cantidad de reformas llevadas a cabo por el primer Emperador de Rusia.

Nació en 1672 siendo hijo de Alexis I y de su segunda esposa Natalia Naryshkina. No estaba destinado a reinar, de hecho esa circunstancia era bastante impensable teniendo en cuenta que tenía dos hermanastros con más derechos a reinar por nacimiento que él, Teodoro III e Iván V. Pero Teodoro III murió sin descendencia y con Iván compartiría el poder bajo la regencia de su hermanastra Sofía (1682-1689) y después hasta la muerte de éste en 1696.

Durante su niñez y adolescencia no estuvo muy preocupado de que fueran otros quienes ejercieran el poder por él y se vio abocado a una deficiente educación, no fue por tanto un soberano bien adiestrado. Pero su impronta supliría esa carencia. Su curiosidad le llevó a frecuentar el barrio de extranjeros en Moscú donde observó los progresos occidentales y aprendió políticamente con los comerciantes europeos.

Ya como adulto destacaba por su enorme estatura que superaba los 2 metros. Tenía un cuerpo mal proporcionado con respecto a su altura y sufría de un tic constante, sus piernas eran delgadas y su cabeza pequeña.

Pedro I buscó modernizar Rusia influido fuertemente por sus asesores occidentales. Reformas de todo tipo empezaron a surgir en un país diferente a todos, unas de las más trascendentales políticamente fueron las militares.

Rusia comenzó a nacer como potencia europea con Pedro I. El zar sabía muy bien que la base del poderío militar pasaba por tener una importante armada, y tener salidas por el Báltico y el Mar Negro de las que a pesar de su extensión Rusia carecía. El primer objetivo fue Crimea bajo el poder de los turcos otomanos a los que arrebató en julio de 1696 Azov fundando la primera base naval rusa en la región, aunque lo conquistado tuvo que devolverlo a los otomanos un año después. Más perdurable sin embargo fue lo conquistado a los suecos en 1721 tras la firma de paz que ponía fin a la Gran Guerra del Norte: Ingria, Livonia, Estonia, y parte de Karelia.

La historia de Rusia y el Imperio Otomano se tornó desde este tiempo hasta la llegada de los comunistas (1917) en permanente conflicto por el dominio de regiones de influencia entre los dos imperios. Pedro sabía que para poder enfrentarse a los turcos otomanos tenía que encontrar aliados en Occidente y con tal objeto realizó un viaje de incognito junto a una delegación rusa por Europa en 1697 al que se llamó la “Gran Embajada”. El viaje por Europa no logró su propósito, fundamentalmente porque en aquel tiempo Europa se encaminaba a una guerra continental, la Guerra de Sucesión Española, pero Pedro aprendió mucho de la cultura occidental lo que tanto influiría en su política posterior.

En 1721 fue proclamado Emperador de Toda Rusia, un título reconocido por algunos monarcas europeos, aunque no por todos por las connotaciones de supremacía política que suponía el título de Emperador. El zar se casó en dos ocasiones primero en 1689 con Eudoxia Lopujina y después con su sirvienta en 1707, quien años más tarde se convertiría, tras la muerte de Pedro, en la zarina Catalina I. De su primer matrimonio tuvo un hijo, Alexis, quien sufrió tortura y posterior muerte por oponerse a las políticas de su padre. De su segundo matrimonio tuvo 8 hijos entre los que estaba la que pasados unos años sería emperatriz, Isabel I.

Muertos sus hijos varones, Alexis y Alexander, decidió coronar a su esposa Catalina emperatriz en 1724, aunque Pedro seguiría ejerciendo el poder hasta su muerte un año después. Este traspaso de poder de esposo a esposa es muy singular y diría que casi único en la historia. Décadas después también ocurriría la misma clase de sucesión entre Pedro III y Catalina II, aunque en este caso sería forzada por un golpe de Estado.

Pedro I murió a principios de 1725 de uremia a los 52 años de edad. Hubo conmoción en Rusia y Europa aunque el verdadero pesar no llegó a la sociedad rusa. Pedro I trajo consigo beneficios importantes en algunas facetas para su país, pero también mucha crueldad. El historiador Kovayevski dijo de él que causó dolor a todos los que le rodearon y destruyó prosperidad y dignidad de todo aquel que tocó.

viernes, 10 de diciembre de 2010

Rusia y los Romanov (1): Los primeros zares Romanov (1613-1696)

La dinastía Romanov llegó al poder en Rusia a principios del siglo XVII de una manera indirecta ya que no tenía derecho de sangre para llegar a ser dinastía reinante, pero si estaba relacionada con la dinastía de los Rurik a la que perteneció Teodoro I (Fiodor I) último zar de dicho linaje, hijo del famoso Iván el Terrible. Tras la muerte de Teodoro sin descendencia comenzó el llamado Periodo Tumultuoso (1598-1613).

El origen dinástico de los Romanov hay que buscarlo en Román Zajarín-Yuriev, noble ruso de quien procede el nombre de la dinastía. Su hija Anastasia Romanovna Zajarina fue la esposa favorita de Iván IV el Terrible, y el hijo de Román, Nikita Romanovich, fue uno de los personajes más importantes de Rusia en aquella época llegando a ser tutor de Teodoro I.

En 1613, después de unos años de gran inestabilidad política en los que el Principado de Moscú (Rusia) fue gobernado por nobles relacionados con la corte de Iván IV, fue nombrado por una asamblea nacional nuevo zar Miguel Romanov quien era hijo del Patriarca Filareto (Fiódor Nikitich Romanov) hijo a su vez de Nikita Romanovich, y en consecuencia sobrino-nieto de Anastasia y su marido el zar Iván IV. Esa relación familiar con el zar favorecería la llegada al poder de los Romanov, una de las familias más importantes de aquel periodo en Rusia.

Miguel I (zar 1613-1645) inició su reinado encontrándose devastada Rusia por las invasiones de suecos y polacos. Consiguió restablecer el orden y contrarrestar las invasiones extranjeras ayudado por su familia y especialmente por su resuelto padre, quien ejerció de manera efectiva el gobierno hasta su muerte en 1633. Miguel I consiguió estabilizar el país e instituyó la adscripción del hombre a la tierra (1636). A su muerte se convirtió en zar su hijo Alexis I quien reinó en una de las épocas más esplendorosas de Rusia.

Al igual que su padre, Alexis (Alejo) accedió al trono muy joven cuando tenía 16 años. El gobierno en esta primera etapa lo ejerció su tutor Boris Mozorov, político astuto que sabía muy bien cuáles eran las necesidades del país. El tutor del zar pretendió hacer un uso justo de su autoridad intentando aliviar las arcas públicas y evitando guerras contra los potenciales enemigos de Rusia. En 1648, en el llamado Tumulto de la Sal el zar se vio obligado a destituir a Mozorov que se había convertido en impopular, detestado y acusado de brujería.

En política interior Alexis acrecentó el carácter absolutista del régimen zarista, aumentó los derechos de la aristocracia y favoreció una mayor servidumbre de los campesinos. En política exterior el mayor logro fue el acuerdo con los cosacos ucranianos rebeldes a la autoridad polaca plasmado en el Tratado de Pereislav (1654), considerado por Alexis una aceptación de los ucranianos de su soberanía sobre ellos. La intensa relación en esta etapa con los ucranianos traería consigo para los rusos los primeros contactos con la mentalidad de Occidente.

Del matrimonio de Alexis con María Miloslavskaya nacieron trece hijos entre ellos Teodoro III, y de un segundo matrimonio con Nataliya Kirilovna nacieron tres hijos, dos hijas y un varón llamado Pedro, más adelante conocido como el zar Pedro I el Grande.

Durante el reinado de Teodoro III (zar 1676-1682) la influencia polaca en la corte alcanzó su máxima expresión. Era un zar intelectual que recibió una excelente educación del monje eslavo Simeón Polotski. Horriblemente desfigurado y aquejado de parálisis en la mitad de su cuerpo (por una misteriosa enfermedad) quedó inválido de manera irremediable. A su muerte sin descendencia en 1682 fueron nombrados zares su hermano Iván (Iván V) y su hermanastro Pedro (Pedro I). Aunque en la línea de sucesión Iván era el siguiente en derecho, los nobles rusos nombraron zar a Pedro al considerar incapaz para el cargo a Iván. En consecuencia los dos se convirtieron en zares hasta que en 1696 murió Iván y quedó Pedro como único soberano.

sábado, 4 de diciembre de 2010

Diciembre temático: Rusia y los Romanov (1613-Presente).


El presente político europeo de nuestros días es muy distinto al del pasado. La mayoría de las monarquías europeas desparecieron entre los siglos XIX y XX. Muchas de ellas por revoluciones, otras por las guerras, otras por odios hacia ciertas dinastías. El resultado fue un fructífero camino hacia las libertades políticas que se veían coartadas en algunos países precisamente por su forma de gobierno monárquico.

El caso de Rusia no fue un cambio de monarquía a república parlamentaria y democrática, ya que se pasó de autocracia a dictadura. Es por eso que el pueblo ruso ha vivido bajo el yugo del autoritarismo toda su historia hasta hace poco tiempo. En cierta manera la verdadera democracia tal vez está aún por desarrollarse plenamente en el país.

La historia de los Romanov hasta 1917 es la historia de una Rusia bajo el autoritarismo de los zares, porque Rusia no conoció el liberalismo y la democracia hasta finales del siglo pasado, después de siglos de autocracia zarista y setenta y cuatro años de dictadura comunista. A partir de 1917 los Romanov cayeron en disputas dinásticas que conducirían a caminos de desencuentro como también ocurrió y ocurre en otras familias reales destronadas en Europa.

En este mes quiero acercar un poco esa historia de los Romanov que tan ligada está a la historia de Rusia, desde principios del siglo XVII cuando se instalan en el poder hasta la situación de los Romanov en la actualidad, herederos de una tradición zarista que sólo parece servirles de etiqueta pomposa sin naturaleza de futuro, como ocurre con tantos pretendientes a tronos europeos en la actualidad.