miércoles, 4 de mayo de 2011

El rey pobre de Córcega

Córcega es esa gran desconocida de Europa, tan cercana y a la vez tan poco presente en la mente de los que sin parecer tenerlo muy presente vivimos relativamente cerca, porque Córcega está relativamente poca distancia de España, Francia e Italia. Es posiblemente el mása preciado paraiso (junto a las islas griegas) del Mediterráneo, pero tan poco aprovechado como tal, seguramente porque los mismos corsos han querido que así sea.
Su historia parece sacada del lejano y salvaje Oeste americano, de la Indochina de los años sesenta, de la España de la ocupacíón francesa, porque Córcega ha pasado todos los males imaginables, y a pesar de luchar constantemente por su libertad ésta nunca ha terminado por llegar. Ocupada en la Edad Media por los pisanos y durante un breve tiempo (segunda mitad del siglo XIV y primera del XV) por aragoneses en lucha con genoveses, terminó en poder de éstos últimos a mediados del siglo XV por obra y gracia del Papa Nicolás V.
El dominio genoves se extendería hasta el siglo XVIII cuando el sueño corso parecía abrirse camino y la creación de un nuevo Estado isleño en el Mediterráneo parecía más posible que nunca. La decadencia y crisis de Génova afectó muy severamente a la república y por extensión a Córcega, que se vió obligada a luchar contra la metrópoli para poder subsistir.
La guerra contra Génova (1729-1768) terminaría por convertir la isla en un territorio francés. El desarrollo de un nuevo reino quedaba frustrado pues, y Córcega pasaría de ser dominada por genoveses a serlo por franceses. Es en este tiempo de guerra de liberación cuando aparece en escena la historia tan poco conocida del rey Teodoro de Córcega.
En 1735 los corsos declaran a Córcega Estado soberano, pero el nuevo reino carece en sus primeros momentos de rey al estar intencionadamente vacante el trono con el objetivo, por parte de los corsos, de conseguir apoyo externo que les ayudara en su lucha contra los genoveses. Pero el complejo equilibrio político europeo hace que nungún Estado se postule a proponer un nuevo rey para el nuevo reino. Esta situación era favorable para Génova, pero también para la increible aventura de barón alemán llamado Teodoro de Neuhoff, un extraño aventurero de la baja nobleza alemana originario de Colonia, que conseguiría convencer a parte de los corsos para postularse como rey del vacante trono de Córcega.
Una vez en el trono reparte profusamente títulos a los cabecillas de la insurrección. Demostraba así una hábil perspicacia dando a los nuevos nobles un reconocimiento que nunca consiguieron de los genoveses y que ellos añoraban. Pero el futuro del nuevo rey y del nuevo reino pasaba por la ayuda externa que jamás llegaría. Con esa excusa, y sabiéndose Teodoro seguramente perdido, el rey marcha ocho meses después de ocupar el trono en busca de la necesitada ayuda.
Teodoro volvió a aparecer en Córcega dos años después en una frustrada tentativa de restauración, y otra vez en 1743 esta vez con apoyo inglés que tampoco daría sus frutos. La vida del rey Teodoro de Córcega terminaría en la pobreza en 1756. Con su muerte desaparecía el único y efimero rey de Córcega.