viernes, 24 de diciembre de 2010




La Rusia que dejó Catalina II tenía una importancia y personalidad política mucho mayor que la que gozó durante el periodo de las sucesiones (1725-1762), lógicamente la estabilidad que otorgaba el largo tiempo de gobierno de la emperatriz (34 años) iba a favorecer el crecimiento en influencia de Rusia con respecto a una Europa con la que había tenido más bien poca relación.
Rusia a partir del reinado de Catalina se convertía en pieza clave para el equilibrio de fuerzas en Europa, y sería durante el reinado del nieto de Catalina, Alejandro I, cuando esta afirmación empezaría a tomar cuerpo en tiempos de las guerras napoleónicas. Se cree que Catalina tenía pensado nombrar heredero a su nieto Alejandro en vez de a su hijo Pablo con el que tenía una relación difícil, y es que Pablo nunca perdonó a su madre el desenlace trágico de su padre Pedro III. La sucesión natural, sin embargo, siguió su curso a pesar de la declaración en vida que Catalina hizo en el sentido que Pablo no era hijo de Pedro III, sino de su amante Saltykov.

Pablo I (zar 1796-1801) llevó a cabo una política contraria a la que desarrolló su madre. Rehabilitó la memoria de su padre, y desarrollo una contradictoria política exterior que le llevó a enfrentarse a franceses primero y a ingleses después, que eran claros enemigos entre sí. Se ha aceptado el hecho de que era excéntrico y algo loco de lo que daría muestras en la toma de algunas decisiones, no obstante también es cierto que era un idealista de buena moral. Sospechó que le querían asesinar y en efecto eso es lo que ocurrió cuando en una noche de marzo de 1801 una banda de funcionarios nobles despedidos por Pablo le provocó la muerte. Unos días después de su muerte fue coronado zar su hijo Alejandro, quien conocía la conspiración contra su padre, si bien a su favor hay que decir que no tenía conocimiento de que el desenlace iba a acabar en muerte.

Alejandro I (zar 1801-1825) fue uno de los zares más contradictorios. Su educación en la corte de su abuela Catalina donde reinaba el libre pensamiento, y las enseñanzas autócratas que recibió forjaron un espíritu que combinaba liberalismo y autoritarismo al mismo tiempo. Esas ideas contrapuestas se reflejarían en su forma de actuar durante todo su reinado. No obstante no dejó nunca que sus ideas liberales se impusieran a las autoritarias siguiendo la tradición autócrata de sus antepasados. Fue el primer zar en plantearse seriamente la abolición de la servidumbre, aunque Rusia no estaba preparada para ese paso ni para reformas liberales, además las presiones de la nobleza impidieron que llegara a ocurrir.

No puede decirse que en su reinado se produjeran grandes cambios en Rusia, cosa diferente sería su política exterior donde ponía más interés y energías. Una vez acabadas las guerras napoleónicas fue precursor de la Santa Alianza aliándose con Austria y Prusia para la defensa de los intereses monárquicos antiliberales en una Europa que se había visto azotada por el espíritu revolucionario francés.

De su matrimonio con Luisa de Baden, bautizada por el rito ortodoxo como Elizaveta Alekseyevna, tuvo dos hijas que no llegaron a la edad adulta. No obstante, aunque hubieran llegado a ser mayores las leyes de sucesión impuestas por su abuelo Pablo I excluían del trono a las mujeres. A su muerte fue sucedido por su hermano Nicolás.

El reinado de Nicolás I (zar 1825-1855) fue un paso atrás con respecto al de su hermano mayor, porque si bien con Alejandro no se vivió un progreso material e intelectual sustancial, con su hermano aun se restringieron más las pocas libertades que existían en Rusia. La sociedad fue vigilada estrechamente y la censura se impuso en todos los ámbitos, un ultra-conservadurismo impregnó la educación en pos de conseguir un adoctrinamiento tendente a mostrar una lealtad incuestionable al zar.

Nicolás fue considerado en su época el “gendarme de Europa” al ser el principal protagonista y defensor de la contrarrevolución europea en un tiempo el de su reinado en el que se multiplicaban los movimientos liberales. En 1848, cuando las revoluciones se propagaban en Europa, Nicolás estuvo a la cabeza de la reacción animando a los monarcas europeos a rechazarlas. Se mostró beligerante con los otomanos queriendo afianzar su influencia sobre los Balcanes. Esa problemática que recibió el nombre de la Cuestión de Oriente se convertiría con el tiempo en uno de los principales problemas políticos europeos de todo el siglo XIX, y también de los comienzos del siglo XX.

En la guerra de Crimea (1854-1856) los ingleses y franceses se unieron ante el temor de que Rusia venciera a los turcos otomanos con los que luchaba desde un año antes, y es que la victoria rusa significaba afianzar la posición de Rusia en la zona. La derrota demostró el atraso militar de Rusia ante las potencias europeas de la época. Nicolás I murió en 1855, un año antes del final de la guerra, siendo sucedido por su hijo Alejandro II (zar 1855-1881) quien pondría fin a la guerra contra turcos, franceses, e ingleses.

Alejandro II fue sin duda el zar más maduro política e intelectualmente de todos, en suma la cara opuesta a su padre. Es paradójico que al zar que representaba la apertura hacia el liberalismo y la esperanza de las libertades públicas en Rusia fuera el monarca que más intentos de asesinato recibiese. Se le recuerda sobre todo por ser el zar que afrontó el principal problema de la Rusia del siglo XIX, la abolición de la servidumbre del campesinado en 1861. Durante su reinado se puso en práctica una forma de gobierno liberal, y poco antes de morir estuvo de acuerdo en la creación de una Duma o parlamento. Su asesinato en 1881 trunco el desarrollo de las libertades políticas que simbolizaba, aunque tímidamente, el zar, ya que tanto su hijo Alejandro III como su nieto Nicolás II volvieron a la represión contra las libertades y al modelo de poder autocrático, en la creencia de que las reformas políticas sólo debilitaban a la monarquía.

En el reinado de Alejandro III volvió la autocracia férrea de tiempos pasados. Sin duda el asesinato de su padre determinó un giro político que conduciría a la perdición a la institución imperial en Rusia, aunque eso no parecía probable aun en su reinado. De hecho el reinado de Alejandro III fue corto pero muy beneficioso en lo material y de gran productividad industrial. Además fue un periodo de relativa paz. La forma autócrata de gobierno demostrada por el zar consiguió estabilidad política, pero los problemas sociales irresueltos que venían agravándose desde tiempos del reinado de su padre acabarían estallando bajo el reinado de su hijo Nicolás II (zar 1894-1917).

Con Alejandro III se vivió el último esplendor imperial de Rusia, con su hijo la decadencia cuyo primer reflejo fue la Revolución de 1905, una revuelta social, un jaque al zar y un aviso que no se supo interpretar para evitar el destronamiento de los Romanov.
Imagen: Alejandro II
PALABRAS ANEXAS
Feliz Navidad para todos!

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