sábado, 8 de mayo de 2010

Transnistria, vestigios del pasado




9 de noviembre de 1989, fecha en la que cae el Muro de Berlín. Por aquel entonces yo estudiaba 3º de Bachillerato, y era precisamente ese día cuando yo cumplía 17 años. Para aquella fecha la Perestroika de Gorbachov ya había propiciado los primeros cambios en los paises comunistas del Este. Yo, que era un aficionado a la política internacional, no era muy consciente de todo los cambios que se iban a producir a partir de entonces en toda la órbita socialista del este de Europa, y me refiero no a los cambios políticos sino a los conflictos armados y luchas etnicas que estaban por venir.




La lista de conflictos a partir de la descomposición de la URSS se hace demasiado larga, empezando por las guerras en los Balcanes, la guerra en el Alto Karabaj, la guerras en Adjasia y Osetia del Sur, Chechenia... Uno de las guerras menos conocidas (por eso tal vez quiero reseñarla en esta actualización de blog) fue la desarrollada en Transnistria.




Transnistria es un territorio oficialmente perteneciente a la antigua república soviética de Moldavia, pero que desde 1992 es una república de facto independiente, aunque no está reconocida por la Comunidad internacional. En 1989 Moldavia, que aun en ese momento pertenecía a la URSS, comienza a dar pasos para una eventual reunificación con Rumanía (con quien tenía el pueblo moldavo vínculos étnicos y al que había pertenecido en tiempos de la II Guerra Mundial). Frente a esta situación Transnistria declara su independencia en 1990, y es que más del 60 % de sus habitantes tienen un origen eslavo (en su mayoría rusos y ucarnianos). En 1992 estalla la guerra civil cuyo balance de victimas mortales fue aproximadamente de 1.500. El final de la guerra matuvo a Transnistria como una república independiente, aunque no de iure sino de facto. Ese status se ha mantenido gracias a la presencia en la región de tropas rusas, que habiendo haberse retirado aun permanecen allí.




Lo más curioso hoy en día de Transnistria es que conserva la simbología soviética, y eso desde luego la convierte en un caso curioso de estudio.

Antonio Díaz










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