sábado, 18 de diciembre de 2010

Rusia y los Romanov (3): El tiempo de las sucesiones. De Catalina a Catalina.

“! Juro morir por vosotros, jurad vosotros morir por mí !”.

Isabel I de Rusia a sus seguidores (1741)

El periodo de tiempo que transcurre entre la llegada de Catalina I al poder en Rusia y la llegada de Catalina II (1725-1762) resultó inestable políticamente, fundamentalmente por las complejas sucesiones en el trono imperial ruso. De hecho el traspaso de poder de Pedro I a su esposa Catalina ya abría, sin saberlo en ese momento, un conflicto sucesorio para el futuro.

El caso de Catalina I es realmente sorprendente, y deja en poca cosa la sorpresa que supuso la llegada de Bernadotte al trono sueco, y es que parece ser que Catalina era una campesina polaca nacida en Letonia en 1684. Un caso más que curioso, una campesina de cuna convertida en emperatriz. En 1703 se convirtió en amante del zar Pedro el Grande y en 1707 se casaron en secreto. Tuvieron 11 hijos de los que sólo sobrevivieron dos hijas, Ana e Isabel (futura Isabel I). Sólo gobernó durante dos años (1725-1727) tiempo en el que quiso continuar la labor de su marido.

Antes de fallecer Catalina I era sabido que el único heredero varón de Pedro I era Pedro Alexevich, hijo del único hijo varón de Pedro I Alexis Petrovich, quien fuera castigado por su padre hasta provocarle la muerte estando encarcelado. Precisamente los problemas entre padre e hijo hicieron que Pedro I marginara a su nieto Pedro y no lo considerara para la sucesión, de hecho Pedro se encontraba en reclusión y totalmente ignorado por su abuelo. Al ser tenido en cuenta para suceder a Catalina es puesto en libertad y a la muerte de Catalina es proclamado nuevo zar (1727) con el nombre de Pedro II, tenía entonces tan sólo 12 años.

Pedro II fue confiado al cuidado del noble Vasily Lukich Dolgokurov y el día 30 de enero de 1730 se fijó la fecha del matrimonio del zar con la hija de éste, Catalina. Pero el día anterior el zar murió por el sarampión. Con su muerte la herencia masculina de los Romanov se extingue abriéndose entonces una nueva situación delicada en la sucesión. El trono recayó en Ana Ivanovna, hija del zar Iván V (hermanastro de Pedro I) y por lo tanto prima de Pedro II.

Podría parecer una auténtica maldición el hecho de no tener sucesiones al trono claras y consolidadas en Rusia durante esta época, circunstancia que seguiría sucediendo de manera sorprendente durante varias décadas. La llegada al poder de Ana I suponía el segundo reinado de una mujer en la Rusia imperial, a pesar de la preferencia del varón sobre la mujer para reinar era necesario encontrar sucesión.

La elección de Ana por parte de la alta nobleza – ella era la Romanov que menos probabilidades tenía de llegar a reinar-, venía dada por el pensamiento de que la nueva emperatriz sería fácilmente manejable, aunque pronto se vio que eso no sería así. Demostró resolución política al embarcarse en dos guerras durante su reinado (1730-1740), en la Guerra de Sucesión Polaca y en la guerra contra los turcos otomanos. En ninguna de las dos consiguió ganancias territoriales pero si dejó ver el poder de Rusia como gran potencia europea. Es también bajo su reinado cuando Rusia comenzó a expandirse hacia Asia Central, posiblemente su herencia más trascendental. Murió en octubre de 1740 sin dejar heredero, de nuevo el Imperio ruso se tenía que enfrentar a un nuevo traspaso de poder delicado al nombrar Ana a su sobrino-nieto Iván, que sólo contaba unos meses de vida, como su sucesor.

La historia de Ivan VI (zar 1740-1741) es una de las más tristes de la época por verse condenado a la cárcel siendo bebé y hasta su muerte cuando contaba con 23 años, no habiendo conocido la libertad en ningún momento. Trece meses después de ser proclamado zar bajo la regencia de su madre se dio un golpe de Estado que llevó al poder a Isabel I, segunda hija de Pedro I el Grande.

Isabel I (Emperatriz 1741-1762), hija de Pedro I, tuvo una educación deficiente lo que compensaría con su carácter fuerte y apasionado. Era mujer lujuriosa y excéntrica aunque tuvo algunos aciertos en el ejercicio del poder como la abolición de la pena de muerte (1744). Su fuerte carácter influyó en la crueldad que demostró con sus enemigos. Tuvo muchos amantes ya que en realidad no sabía estar sola, y además mala suerte con sus prometidos entre los que estaba Luis VX de Francia y el propio zar Pedro II con los que no pudo llegar a desposarse. Se caso con su amante Razoumovski en secreto. No dejó descendencia por lo que asoció al trono a su sobrino Pedro III, hijo de su difunta hermana mayor Ana.

Pedro III fue un zar con muy mala suerte, seguramente porque él mismo la buscaba. El nuevo zar no supo conectar con los intereses rusos, de hecho despreciaba la cultura rusa y admiraba la prusiana. Aunque perteneciente a la Dinastía Romanov su origen germano por parte paterna definió su manera de actuar en el ejercicio del poder. Tuvo la desgracia de casarse con una noble alemana llamada Sofía, quien cambiaría su nombre a Catalina al convertirse a la doctrina ortodoxa. A los seis meses de llegar al poder el amante de su esposa protagonizó un golpe de Estado que llevó al poder a Catalina, en adelante Catalina II. Pocos días después de perder el poder Pedro murió asesinado por los golpistas.

La muerte de Pedro III y la llegada al poder de Catalina II suponía una nueva sucesión de poder entre esposo y esposa, como lo ocurrido décadas antes entre Pedro I y Catalina I, pero esta vez sería de manera obligada y violenta. La sucesión de Pedro I y Catalina I había servido de precedente para una nueva sucesión irregular en el trono imperial ruso. Con Catalina II se cerrarían las complejas sucesiones hasta el fin del Imperio ruso ya en el siglo XX. En adelante los herederos al trono quedarían bien establecidos sin que hubieran especiales problemas.

1 comentario:

  1. Vaya menudo-pedazo de culebrón. Por cierto, ¿Luis VX? ¿Acaso no sería Luis XV? Muy bien ilustrado, aunque muy frenético con tanto cambio. ¿Quién dijo que los Tovarich eran aburridos? Menudo juego de complots y de intrigas!!!! Me ha gustado mucho.

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