El reinado más breve de la historia fue el que
protagonizó Luis Antonio de Borbón Duque de Angulema (Luis XIX) en la Francia
de 1830. Aunque parece que no hay acuerdo unánime entre los expertos por sí
fueron veinte o tan sólo cinco minutos los que Luis Antonio de Borbón reinó lo
cierto es que no ha existido reinado de menor duración en la historia. Teniendo
en cuenta esta brevedad soberana aludida considerar reinados breves a tres de los
cuatro que sucedieron al reinado de Alfonso VII entre 1157 y 1217 parece de
broma si hacemos comparación de tiempo. Pero bien cierto es que desde el año de
la muerte de Alfonso VII hasta la renuncia al trono de Berenguela I, en total
un intervalo de sesenta años, tienen lugar cuatro reinados en Castilla,
demasiados para seis decenios.
De los cuatro reinados que acontecen en este periodo
en Castilla, cuando ésta y León son independientes entre sí, sólo uno se
extiende lo suficiente en el tiempo como para no considerarse breve. Tras la
muerte de Alfonso VII, en lugar de salir reforzada Castilla políticamente, con
la división de los reinos leonés y castellano se abre un periodo de debilidad
en el que los dos reinos vivirían momentos de inestabilidad y guerra civil.
Si Alfonso VII representó como emperador hispano una
idea de globalidad y cierta superioridad jurídica sobre los reinos cristianos
peninsulares, también con su herencia política trajo la división entre los
reinos que había gobernado. A su hijo primogénito Sancho III le dejó en
herencia el Reino de Castilla, y a su segundo hijo varón Fernando II le dejó el
Reino de León. Seguía con esta decisión una vieja tradición real, más propia de
los navarros, consistente en dividir los reinos entre los hijos.
En cierta manera esta decisión era contradictoria si
pensamos en las ansias expansionistas de Alfonso VII y su decisión de dividir
los territorios antes de su muerte, pero así iba a suceder en 1157. Y todo lo
anterior resulta más paradójico si cabe cuando pensamos en las frustradas
intenciones desde Castilla en tiempos de Alfonso VII de unir dinástica y
políticamente las Coronas de Aragón y Navarra con Castilla y León.
Sancho III de Castilla tendría un reinado corto en
el que sólo gobernaría durante un año, breve tiempo en el que uno de sus logros
fue recibir los homenajes de su cuñado Sancho VI de Navarra y de Ramón
Berenguer IV de Barcelona, que se declaraban vasallos suyos. De esta manera
seguía el ejemplo de su padre el Emperador Alfonso VII.
En el corto periodo en que fue rey Sancho III tuvo
tiempo también de invadir el reino de su hermano Fernando II de León, pero no
llegaron a enfrentarse al llegar a pactar el Tratado de Sahagún. Sancho III se
comprometió a devolver a su hermano las tierras fronterizas ocupadas de León,
los dos hermanos acordaron repartirse las áreas de influencia sobre los
territorios musulmanes aún no conquistados, prestrarse ayuda mutua frente a
terceros, y sobre todo llegaron a un acuerdo de sucesión solidaria en el trono
en caso de que uno de los monarcas falleciera sin descendencia, siendo el
hermano superviviente el destinado a heredar el reino del fallecido.
La última disposición no llegaría a cumplirse ya que
a la muerte de Sancho III le sucedió su hijo Alfonso, por entonces menor de
edad (sólo tenía dos años y medio). Esa minoría de edad provocaría una lucha
por el poder entre la Casa de Lara y la Casa de Castro, dos de las familias
nobles más importantes de Castilla.
Si el reinado de Sancho III fue muy breve el de su
hijo Alfonso VIII no lo sería (rey, 1158-1214), ya que desde la más temprana
infancia, por la muerte de su padre, se convierte en rey. Este hecho provocaría
la guerra entre las Casas de Lara y de Castro que se disputaban la custodia del
niño-rey. La situación de inestabilidad política es aprovechada por Sancho VI
de Navarra y por Fernando II de León para arrebatarle territorios a Castilla.
En 1170, a los quince años, alcanza su mayoría de
edad política y es proclamado rey en las Cortes que se convocaron en Burgos. Se
casa con Leonor, hija de Enrique II de Inglaterra y de Leonor de Aquitania, que
aportó como dote el condado de Gascuña. Su primer objetivo es recuperar los
territorios perdidos durante su minoría de edad. Para ello se alía con Alfonso
II de Aragón, junto con quien ataca a Sancho VI de Navarra consiguiendo
recuperar lo perdido años atrás (Logroño y amplias zonas de Rioja).
Presionado por los ataques almohades inicia una
ofensiva contra ellos, que culmina con la conquista de Cuenca en 1177. Dos años
después firma con el rey aragonés el Tratado de Cazola por el que se fijan las
zonas de conquista de los territorios musulmanes que corresponden a cada
monarca, variando el hasta entonces vigente Tratado de Tudilén, que firmaran
Alfonso VII y Ramón Berenguer IV. Murcia, cuya conquista correspondía a Aragón,
pasaba a Castilla a cambio de verse libre el rey aragonés de prestar vasallaje
al castellano.
Con la velada intención de unir a la nobleza
castellana en un objetivo común relanza la Reconquista a partir de 1194, para
lo cual establece alianzas con todos los reinos cristianos con el objetivo de
consensuar de una manera ordenada la consecución de la conquista de tierras
ocupadas por el poder almohade. Se convierte así en protagonista del proceso
reconquistador, como lo hiciera su abuelo Alfonso VII.
El rey castellano inicia incursiones que le hacen
llegar hasta Sevilla, pero el califa almohade Abu Yaqub Yusuf al-Mansur con un
poderoso ejército se dirige hacia tierras castellanas. Alfonso VIII decide
hacerle frente en Alarcos (cerca de Ciudad Real), sin esperar la ayuda ofrecida
del resto de reyes cristianos. Allí sufre una estrepitosa derrota (1195), que
hace retroceder la frontera castellano-almohade hasta los Montes de
Toledo.
Alfonso VIII se vio en una situación muy complicada
frente al poder musulmán, que ahora hacía peligrar el dominio castellano en su
frontera sur. Los musulmanes asediaron incluso Madrid, Toledo y Guadalajara.
Ante la posibilidad de perder todo el valle del Tajo el rey recurrió en 1212 al
Papa Inocencio III solicitando la predicación de una cruzada. A ella
respondieron los reyes aragonés y navarro además de las órdenes militares. Con
todos ellos se alcanza la importante victoria frente a los almohades de las
Navas de Tolosa.
El rey Alfonso sólo sobreviviría a la victoria de
las Navas de Tolosa dos años, y tras su muerte se abriría un periodo difícil en
cuanto a la sucesión en el trono. Después de que su primer hijo varón Sancho
muriera con tan sólo tres meses de edad y de que su segundo hijo Fernando
muriera en 1211, quedó como nuevo rey Enrique, su tercer hijo varón, que para
1214 sólo contaba diez años.
La minoría de
edad del nuevo rey iba a traer de nuevo inestabilidad al reino castellano. En
un principio la regencia la ostentó su madre Leonor Plantagenet hasta que
trascurridos veinticuatro días desde la muerte de Alfonso VIII la reina muere. La
custodia del niño-rey pasó a su hermana mayor Berenguela.
La regencia de Berenguela no fue aceptada por la
influyente Casa de Lara, y es ésta quien consigue la renuncia de la hermana
mayor del rey. Con la renuncia es el conde de Lara quien se hace cargo del rey
y por tanto del poder. Pero la desgracia toca nuevamente a la puerta de la
familia real cuando en 1217, tres años después de convertirse en rey y con tan
sólo trece años de edad, el rey muere de manera accidental mientras jugaba con
otros niños.
Al morir Enrique I a edad temprana le sucede en el
trono su hermana mayor Berenguela, la primogénita de la familia real. Con ella
tenemos el tercer reinado breve en un periodo de sesenta años. En esta ocasión
el corto reinado no sería por fallecimiento, sino por decisión propia.
Berenguela de Castilla se había casado en 1197 con
el rey Alfonso IX de León, pero el matrimonio había sido anulado en 1204 por el
Papa Inocencio III debido al parentesco de los cónyuges (Alfonso era primo
hermano del padre de Berenguela, el rey Alfonso VIII). Alfonso y Berenguela
solicitaron que no fuera anulado el matrimonio pero el Papa fue inflexible, con
lo que Berenguela regresó a Castilla. Lo importante del desenlace es que la
descendencia de ambos fue considera legítima, lo que sería posteriormente
trascendental en el futuro político de León y Castilla.
Cuando Enrique I muere el día 16 de junio de 1217 el
trono pasa a su hermana Berenguela, pero ésta tan sólo quince días después cede
el trono a su hijo Fernando. Se convertía así el reinado de Berenguela en uno
de los más breves de la historia española. Su hijo Fernando III reinaría desde
entonces hasta su muerte en 1252, y además después de la muerte del padre de
Fernando, Alfonso IX, ocurrida en 1230 también se convertía en rey de León, con
lo que de nuevo se unificaban dinásticamente los reinos leonés y castellano,
aunque ello tuviera que ocurrir contra la voluntad testamentaria del rey
leonés. Alfonso IX dejó los derechos del trono a sus hijas Sancha y Dulce,
habidas del primer matrimonio del rey leonés con Teresa de Portugal. Pero la
mediación de Berenguela y las amenazas de Fernando III consiguieron la renuncia
de sus hermanastras a cambio de compensaciones económicas.
Después de un periodo de sesenta años León y
Castilla volvían a unirse en la persona de Fernando III, aunque cada reino
conservaría sus instituciones propias.
Bibliografía
González González, Julio (1960). El reino de Castilla en
la época de Alfonso VIII. 3 vol.. Madrid: CSIC.
pp. 1080.
Martínez Díez, Gonzalo (2007). Alfonso VIII, rey de
Castilla y Toledo (1158-1214). Gijón: Ediciones Trea, S.L.
Cruz, Fray
Valentín de la (2006). Berenguela la Grande: Enrique I el Chico (1179-1246).
Gijón: Ediciones Trea, S.L.
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