jueves, 20 de junio de 2013

El tiempo de los Borgoñas de Castilla (3): El rey santo y el rey sabio.



Al periodo de inestabilidad política en Castilla ocurrido después de la muerte de Alfonso VII en 1157 y hasta la llegada al trono de Fernando III en 1217 le iba a suceder a partir de entonces un tiempo de estabilidad protagonizada por los reinados tanto de Fernando III como de su hijo Alfonso X el Sabio. Ciertamente los problemas políticos iban a volver a acentuarse para finales del reinado de este último, pero en este tiempo que se extendería desde 1217 hasta 1284 acontecerían los dos reinados claves del Medievo castellano hasta la llegada de Isabel la Católica.

No hay duda que un desarrollo político continuo en el tiempo y sin especiales conflictos, unido a la decisión de ambos reyes, conduciría a una época de éxitos no exenta de la presencia también de revueltas nobiliarias, algo tan frecuente en la historia medieval española, en este caso en la etapa final de Alfonso X.

Tanto con Fernando III como con Alfonso X se produce el avance definitivo hacia el sur en la eterna lucha contra el Islam, y con ellos se consolida esa posición territorial que ya no se iba a revertir. Con los reinados del rey santo y del rey sabio Castilla entra en la contundente construcción de un nuevo tiempo, tanto por sus conquistas como por sus aportaciones culturales.

Las cosas, no obstante, no iban a ser fáciles al principio para Fernando III. Distanciado de su padre Alfonso IX de León desde la separación de sus padres, y habiendo fomentado el rey leonés una rebelión nobiliaria contra su hijo, el nuevo rey tendría un principio de reinado agitado. Por suerte para Fernando III la cosa no iría a mayores.

La decisión que su madre la reina Berenguela había tenido de cederle el trono a su hijo convertía a Fernando en rey de Castilla, y la muerte de su padre en 1230 lo llevaría a disputarle el trono a sus hermanastras Sancha y Dulce, depositarias de los derechos sucesorios de León por deseo de Alfonso IX.

Una vez que Fernando III amenazó a sus hermanastras con invadir León, se acordó una compensación económica y la cesión de algunas tierras castellanas que revertirían a Castilla cuando tanto Sancha como Dulce fallecieran. En esta mediación tendría mucho que ver su madre Berenguela, y ayudaría a su favor el hecho de la inviabilidad de la sucesión de ambas herederas en perjuicio del legítimo heredero que era Fernando III en su condición de varón. Es por tanto en 1230 cuando vuelven a unificarse León y Castilla, hecho éste que reforzaba la posición de Fernando III y en adelante la supremacía de Castilla sobre León, algo que hasta este momento no se había producido de manera clara.

El eje principal del gobierno de Fernando sería la guerra contra los musulmanes. Ya desde los primeros años de reinado se enfrenta a ellos aprovechando las discordias entre los almohades que se produjeron a partir de 1224. Entre 1225 y 1227 los castellanos se hacen con Andújar, Martos, y Baeza, puntos estratégicos para la conquista de Andalucía.

Tras lograr la unión de sus reinos, se dedicó sistemáticamente a la conquista del valle del Guadalquivir. En 1231 tomó la plaza de Cazorla en Jaén. Las fuerzas reales se adueñaron posteriormente de la campiña cordobesa y de manera inesperada se apoderaron de Córdoba en 1236. Cuatro años después se apoderó de Lucena. En 1243, el rey de la taifa de Murcia se sometió a vasallaje, y poco después el hijo del rey, el infante Alfonso, ocupó el reino murciano de forma pacífica. En 1244, se establecen las fronteras con la Corona de Aragón en el Tratado de Almizra, asignando al Reino de Castilla las plazas de Orihuela, Elche y Alicante. Este mismo año, Rodrigo González Girón y el Maestre de Santiago, Pelayo Pérez Correa, se apoderaron de los últimos reductos murcianos: Cartagena, Lorca y Mula.

Después de la conquista del sureste se dirige de nuevo a tierras del valle del Guadalquivir. Jaén es conquistada en 1246 y Sevilla en 1248, después de que ésta sufriera un asedio de quince meses. A la conquista de Sevilla le sigue la de Medina Sidonia y Arcos de la Frontera. Quedaba así establecida con todas estas conquistas la base para afianzar el poder cristiano en el sur peninsular.

Además de su labor conquistadora Fernando III también sobresalió en medidas políticas y socioculturales. Trató de centralizar y unificar la administración de los reinos leonés y castellano, e impuso el castellano como lengua oficial de sus reinos en sustitución del latín.

En el ámbito cultural tampoco iba a defraudar la labor llevada a cabo, y dicha labor serviría de inspiración para su hijo Alfonso X que tanto bien cultural dejó a la posteridad. Ordenó levantar las catedrales de Burgos y León, y se preocupó en darle importancia en su corte a la música y la literatura.

A sus conquistas sobrevive poco tiempo, muriendo en 1252 cuando planeaba una expedición contra el norte de África con el objetivo de frenar posibles amenazas que vinieran de esa zona. En febrero de 1671 fue canonizado por el Papa Clemente X convirtiéndose así en rey santo.

La idea de una invasión del norte de África la continuará el primogénito de Fernando III, el rey Alfonso X el Sabio, de manera ambiciosa sobre el papel pero muy poco trascendente en la práctica. La gran invasión que se proyectaba quedó en simples escaramuzas de rapiña y en la ocupación de alguna plaza costera, si bien el objetivo de conquistar Ceuta no llegó a producirse. Pero el rey sabio no iba a recordarse precisamente por sus logros guerreros, aunque como buen hijo de su padre de eso también hubo.

Si hay un ámbito donde especialmente destacó el sucesor de Fernando III fue en su vertiente reformadora en política interior. Con Alfonso X se empieza a cimentar el Estado moderno hispánico que se desarrollaría plenamente en tiempos de los Reyes Católicos. El rey pretendía renovar y unificar los diversos fueros que regían sus dominios. Para lograr esa unificación jurídica mandó redactar el Fuero Real para las ciudades de los reinos castellanos. En 1256 encargó a su equipo de juristas la redacción de Las Siete Partidas elaboradas entre 1256 y 1265, un nuevo código legal ampliado basado en el Derecho romano-canónigo. La esencia de este código legal ha llegado hasta nuestros días en lo referente a las normas de sucesión a la Corona, dando preferencia en la sucesión al varón sobre la mujer y la posibilidad de reinar a las mujeres en caso de no existir heredero varón.

Las Siete Partidas, una obra legal encomiable, le iba a ocasionar graves problemas al rey en la etapa final de su reinado. La norma clarificadora de la sucesión le enfrentaría a su segundo hijo varón Sancho, y las reformas legislativas, en un sentido más amplio, le iba a enfrentar a una parte de la ciudadanía y de la nobleza, cuyos privilegios se veían amenazados por la creciente intervención del Estado en las legislaciones privativas. Este rechazo provocaría la rebelión nobiliaria de 1272 y traería la inestabilidad de nuevo a Castilla en la etapa final del reinado del rey sabio.

La gran mayoría de los nobles encabezados por el infante Felipe, hermano del rey, le iba a plantear a Alfonso X en 1272 una serie de reivindicaciones centradas principalmente  en el deseo de que el soberano renunciara a su política autoritaria y centralizadora, queriendo obtener una renuncia a esa política y pidiendo la derogación de las leyes que el rey había impuesto para llevarla a cabo. La negativa del rey a las propuestas hace que los nobles rebeldes se exilien en Granada. Entre 1272 y 1273 el infante heredero Fernando de la Cerda negocia la reconciliación con los rebeldes en un contexto de guerra con Granada. Finalmente consigue la paz con  el reino nazarí y con la nobleza castellana.

Pero los problemas para Alfonso X no terminaron con la revuelta nobiliaria. Dos años después del fin de la rebelión nobiliaria muere el heredero Fernando. Si se tenía en cuenta el derecho consuetudinario castellano al morir el heredero primogénito los derechos sucesorios debían pasar a su hermano menor Sancho. Pero la introducción de Las Siete Partidas hacía recaer la herencia en los hijos del fallecido Fernando de la Cerda.

Aunque Alfonso X se inclinó en un principio por satisfacer las aspiraciones de su hijo Sancho contraviniendo así las normas sucesorias que él mismo había introducido, se vio obligado posteriormente a compensar a sus nietos los infantes de la Cerda. La pretensión del rey de crear un reino en Jaén para Alfonso, el mayor de los infantes, provocó la rebelión de Sancho y de buena parte de la nobleza, llegando a desposeer al rey de buena parte de sus poderes, aunque no de su título. Sólo Sevilla, Murcia y Badajoz permanecieron fieles al monarca.

Alfonso X murió en 1284 cuando estaba recuperando parte del poder perdido, y aunque desheredó a su hijo Sancho finalmente éste se convertiría en Sancho IV de Castilla, siendo coronado en Toledo en abril de aquel año.

 

Bibliografía

Ansón, Francisco. Fernando III. Ediciones Palabra1998.

González Jiménez, Manuel (2006). Fernando III el Santo: el rey que marcó el destino de España. Fundación José Manuel Lara.

Rodríguez López, Ana (1994). La consolidación territorial de la monarquía feudal castellana: expansión y fronteras durante el reinado de Fernando III. Consejo Superior de Investigaciones Científicas.

Ballesteros Beretta, Antonio (1984). Alfonso X el Sabio. Barcelona: Ediciones El Albir, S.A.

González Jiménez, Manuel (octubre de 2004). Alfonso X el Sabio (1ª edición). Barcelona: Editorial Ariel S.A.

 


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