martes, 4 de junio de 2013

El tiempo de los Borgoña de Castilla (1): La reina Urraca y alfonso VII el Emperador



Si escuchamos hablar de los Borgoñas rápidamente nos viene al pensamiento, a todos aquellos que somos amantes de la historia, Felipe el Hermoso, hijo de María de Borgoña, y los dominios que Carlos V heredó de su padre en Flandes y en Francia, país éste en el que se encontraban los territorios patrimoniales de la familia. Pero este post que es el primero de la serie temática dedicada a los Borgoñas de Castilla se remonta a siglos anteriores y se ubica en Castilla y León.

En efecto, antes de la llegada de Felipe el Hermoso a Castilla a comienzos del siglo XVI, la Casa Condal de Borgoña ya había puesto su nombre a la dinastía de reyes castellano-leoneses reinantes desde 1126 hasta 1369. En realidad el inicio de la Casa de Borgoña en Castilla era simplemente un cambio de nomenclatura y no la llegada de un nuevo linaje real distinto al ya existente.

El primer rey de la Casa de Borgoña de León y Castilla fue Alfonso VII (rey, 1126-1157), borgoñón en condición de hijo de Raimundo de Borgoña y rey por ser hijo de la reina Urraca de León. Los padres de Alfonso VII contrajeron matrimonio en el año 1090, por aquel entonces nada hacía sospechar que Urraca sería años después reina, ya que el heredero era su medio hermano Sancho.

Urraca era hija de Alfonso VI de León miembro de la Dinastía Jimena y de Constanza de Borgoña, quien era miembro de la Casa Ducal de Borgoña, la otra dinastía borgoñona francesa. Era un tiempo, por tanto, en que Borgoña estuvo vinculada a León y Castilla, y prueba de ello fue también el matrimonio de Teresa de León, hermanastra de Urraca, con Enrique de Borgoña otro noble francés.

En 1095, a raíz del matrimonio de Teresa y Enrique, Alfonso VI dividió  Galicia en dos condados: el Condado de Galicia para Urraca y Raimundo, y el Condado Portucalense (norte de Portugal) que correspondió como dote a Teresa y Enrique. Esta división terminaría pasados unos años con la independencia de Portugal respecto de León y Castilla.

En 1108 muere el heredero Sancho y Urraca se convierte en sucesora a petición del rey. El hecho no dejaba de ser insólito ya que era extraño ver a una mujer como heredera. Sin tener más hijos varones Alfonso VI los nobles tuvieron que aceptar a Urraca como la futura reina, pero exigieron para ello que se casara de nuevo, ya que un año antes había enviudado de su esposo Raimundo.

El nuevo matrimonio de Urraca que fue concertado con el rey aragonés Alfonso I iba a ser el inicio de inestabilidad política para el reino castellano-leonés, y curiosamente iba a convertirse, cuatro siglos antes de que sucediera, en uno de los primeros intentos de unir las coronas de los reinos castellano-leonés y aragonés.

El nuevo matrimonio iba a generar una gran tensión política por la oposición existente al mismo, en especial desde Galicia donde no se aceptaba lo pactado entre ambos soberanos, y que suponía reconocimiento de potestad soberana de cada uno de ellos en las dos coronas indistintamente. No sólo eso, además el futuro descendiente que tuviera el matrimonio heredaría las dos coronas.

Si ya de por si lo anterior era trascendente el hecho de que si no había descendencia en caso de fallecimiento de uno de los cónyuges supondría que el otro pasaría a heredar el reino del difunto/a agravaba si cabe la situación. Pero realmente lo polémico del pacto era que el príncipe Alfonso Raimundez, hijo de Urraca y Raimundo de Borgoña y futuro Alfonso VII, quedaba apartado de la sucesión, en definitiva Urraca y Alfonso I se saltaban el orden sucesorio natural para imponer la sucesión por conveniencia.

Este intento de unificar las coronas leonesa-castellana y aragonesa iba a verse dificultado por las pretensiones pactadas y por el apartamiento injustificado de Alfonso Raimundez de la Corona. La nueva situación generaría guerras civiles cuyo primer capítulo se encontraría en Galicia con la rebelión del tutor del infante Alfonso, Pedro Froilaz conde de Traba.

En 1110 Alfonso I el Batallador dirige sus tropas a Galicia para sofocar la rebelión del conde de Traba, quien pretendía la creación de un reino de Galicia independiente con Alfonso Raimundez como soberano. Alfonso I consiguió sofocar la revuelta gallega, pero sus problemas en los asuntos castellanos sólo habían empezado a hacer su primer acto de presencia.

La situación del rey aragonés en realidad era demasiado compleja como para poder salir triunfante en sus pretensiones en Castilla-León. Partiendo de la ya de por si antipatía entre Alfonso I y Urraca era de lógica que el Batallador no tenía muchas posibilidades de éxito. Los opositores a esta unión matrimonial entre Urraca y Alfonso estaban divididos en dos grupos: uno apoyaba a Alfonso como soberano; el otro a Urraca. Este último grupo trabajaría para la anulación matrimonial de los monarcas debido a su consanguineidad (los dos eran bisnietos de Sancho Garcés III de Pamplona).

Después de varios tiras y aflojas, y de la aceptación de Alfonso Raimundez como rey de Galicia por parte de su madre la reina Urraca, Alfonso I de Aragón decide abandonar sus pretensiones territoriales castellano-leonesas y repudia a Urraca. Para ese repudio utiliza los mismos argumentos que sus detractores habían hecho referentes a la consanguineidad con su mujer, siendo el miedo a la excomunión papal lo que le lleva también a tomar esta decisión.

La oportunidad de unir Castilla y Aragón (y con Aragón Navarra) quedaba frustrada, por lo que la unión política peninsular de los reinos cristianos (sólo los condados catalanes hubieran quedado fuera de esa unión) tenía que esperar. Curiosamente después de la muerte de Alfonso I sería el matrimonio de su sobrina, la futura reina Petronila, con el conde Ramón Berenguer IV en 1137 (cuando Petronila sólo contaba con un año de edad) lo que uniría a la Casa Condal de Barcelona con Aragón, en detrimento de los intentos desde Castilla de casar a Petronila con Alfonso Raimundez, por entonces Alfonso VII de León y Castilla, o con el hijo de éste, Sancho.

Después de la retirada de Alfonso I, la reina Urraca firma en 1117 el Pacto del Tambre en el que reconocía la legitimidad de su hijo Alfonso para sucederle, lo que en efecto ocurrió en 1126 a la muerte de la reina.

Los comienzos del reinado de Alfonso VII están marcados por los conflictos territoriales con su tía Teresa de León, condesa de Portugal, y por sus aspiraciones territoriales. Tras vencer a su tía y reconocer ésta su soberanía Alfonso VII se casa con Berenguela, hija de Ramón Berenguer III de Barcelona. Tras la muerte de Alfonso I el Batallador sin descendencia el nuevo rey castellano, descendiente de Sancho Garcés III de Pamplona, reclama como tal los tronos de Aragón y Navarra, que sorprendentemente habían sido dejados en herencia a las órdenes militares. La propuesta fue rechazada tanto por los nobles aragoneses, que eligen a Ramiro II -hermano de Alfonso I- como nuevo rey, como por los nobles navarros que eligen a García Ramírez.

En sus aspiraciones territoriales traspasa los Pirineos y domina territorios del sur de Francia. Es entonces cuando se hace coronar en la catedral de León en 1135 como Emperador de toda España ante el legado del Papa Inocencio II. En esta ceremonia recibe el vasallaje de varios soberanos y nobles, entre los que estaban su cuñado Ramón Berenguer IV, García Ramírez de Navarra, señores del sur de Francia, y varios representantes de los principales linajes musulmanes. No estuvieron presentes ni Ramiro II de Aragón, ni su primo Alfonso Enríquez de Portugal.

En 1143 Alfonso VII reconoce a su primo Alfonso Enríquez, hijo de Teresa de León, como rey de Portugal después de haber sido aclamado como rey por sus tropas en 1139. En el ánimo de Alfonso VII se encontraba el deseo de ser reconocido como Emperador por parte de su primo, ya que un Emperador necesita del vasallaje de reyes, lo que facilitó la definitiva independencia de Portugal, sólo interrumpida siglos después por varias décadas en tiempos de Felipe II y sus descendientes Felipe III y Felipe IV.

Desde 1139 Alfonso VII centra su atención en el sur peninsular ocupado por los almorávides y los almohades. Aprovechando las disputas entre las dos dinastías bereberes decide afrontar los primeros intentos serios de avance cristiano sobre la mitad sur de la Península.

En el primer año de su guerra contra los musulmanes toma el castillo de Colmenar de Oreja desde el que podía amenazar Toledo. Tres años después conquista Coria, y en 1144 Jaén y Córdoba, aunque el dominio sobre ésta última iba a ser efímero.

En 1146 se produce el desembarco de tropas almohades en Algeciras llegando a hacerse éstas con importantes territorios. Esta invasión hace frenar su avance hacia el sur y le obliga a actuar defendiéndose, a pesar de lo cual sigue su lucha en la parte meridional ocupada por el Islam, necesitando de aliados para sus propósitos de expansión.  Se entrevista con Ramón Berenguer IV y García Ramírez y acuerdan la conquista de Almería en poder de los almohades. En esa empresa iban a contar con el apoyo de la flota genovesa y de cruzados franceses. Almería es tomada en octubre de 1147 aunque, como pasara tres años antes con Córdoba, la posesión de la ciudad sureña sería también efímera, si bien en esta ocasión estaría al menos en poder de los cristianos diez años.

En 1157 los almohades recuperan la ciudad de Almería y Alfonso VII parte para recuperarla, pero fracasa en el intento y en su regreso a León muere en el camino. Con su muerte desaparecía uno de los principales precursores del avance cristiano hacía el sur peninsular. Siete años antes de su muerte había acordado con el rey catalano-aragonés el reparto de la expansión hacia el sur en el Tratado de Tudilén, por el que se le concedía a Aragón su derecho a conquistar Valencia, Denia, y Murcia. Quedaba perfilada así una partición de derechos de conquista que en lo esencial iba a ser continuada posteriormente por los sucesores de ambas coronas.

A la muerte de Alfonso VII el Reino de Castilla pasó a ser heredado por su hijo primogénito Sancho III y León sería para su segundo hijo varón Fernando II. De esa manera los dos reinos se separaban, aunque esa división no iba a ser muy larga en el tiempo. Tras la muerte de Alfonso VII quedaba el resto de la Reconquista por delante, con él había comenzado uno de los impulsos definitivos para recuperarle al Islam el sur de la Península. León había perdido Portugal, pero quedaba por conquistar el sur peninsular, tarea que llevarían a cabo los descendientes del que había querido ser un emperador hispano, Alfonso VII.

Bibliografía

Pallares, M.ª del Carmen; Portela, Ermelindo (2006). La reina Urraca. Nerea. pp. 216.

Pérez González, Maurilio (1997). Crónica del Emperador Alfonso VII. León: Universidad de León, Secretariado de Publicaciones.

5 comentarios:

  1. Me gustaría puntualizar que durante el reinado de Alfonso VII no se usa el termino rey castellano-leones ni la dinastía castellanoleonesa. Alfonso VII nunca se intitulo como rey de Castilla o rey de Castilla y León. En toda su documentación autentificada firma como Emperador de León y Toledo o rey de León. Usar términos actuales en historia medieval es falsificar la historia. Otra puntualización Portugal no se separó de Castilla sino de León ya que Castilla no tenía ninguna influencia ni política ni administrativa en tierras portuguesas.

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  2. Estimado lector anónimo:

    Quisiera yo también puntualizar su comentario. En primer lugar es cierto que hablo al principio de la independencia de Portugal respecto de León y Castilla, lo que se debe sin duda a un lapsus, en efecto fue respecto de León. Si se fija y lee detenidamente casi al final del post asi lo afirmo.

    En segundo lugar. Si bien Alfonso VII se tituló Emperador de León no lo es menos que en cualquier libro de historia Alfonso VII aparece como lo que fue, rey de Castilla y rey de León. Dar mayor naturaleza al título que se da un monarca que es lo que usted defiende, que al título que le da un académico de la historia y que de hecho era un título que existía en Castilla desde 1065, no es falsear la historia pero si es más bien complicarla.

    Agradezco mucho su visita a mi blog.

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  3. Estimado Señor Díaz:
    Yo no hago referencia a académicos de historia sino a las fuentes de la época contrastadas y autentificadas. El título de rey de Castilla y León no aparece hasta Fernando III... Si la firma del propio Emperador de León no es prueba suficiente entonces no hay más que decir.
    En referencia al título de Castilla en 1065, no sé si hace referencia a Castilla como reino. En ese año Castilla es Condado ya que reina Fernando I como rey de León y Conde de Castilla y Sancha como reina de León.

    Gema

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  4. Estimada Gema:

    Admiro su celo histórico y el rigor con el que trata a la historia. Para un amante como yo de la misma encontrar a personas que se apasionen con la historia me agrada sobremanera.
    Cuando le hacia referencia al año 1065 era porque en ese año muere Fernando I y Castilla pasa de ser condado a ser reino con Sancho II, su primogénito. Si ese dato es asi también es cierto que el soberano de un reino es rey de ese reino, por tanto Sancho II fue el primer rey de Castilla. El título de rey de Castilla existe desde ese momento, independientemente de que título utilicen los reyes en la firma de sus documentos. Con Fernando III lo que sucede es que llega a heredar los dos reinos el castellano y el leones, ocurriendo desde entonces un mayor vinculo entre ambos, a pesar eso si de que conservaran sus leyes e instituciones propias.

    Aprovecho para dejarle el enlace de otras páginas en las que participo de una u otra manera, en especial la de la Real Academia de Estudios Occitanos, academia de historia de la que formo parte.

    Gracias por su interés Gema.

    http://realacademiaoccitana.wix.com/info

    http://ordendecaballeriaoccitana.es.tl/

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  5. Usted disculpe, pero discrepo. Si acude usted a las fuentes originales, sobre los Reyes de León la historia que se nos cuenta no es verdad

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